«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

viernes, 21 de octubre de 2016

La influencia Romana

Los romanos se apoderaron en su totalidad de la cultura griega, sustituyendo el gobierno echado a suertes por un gobierno representativo. Este cambio favoreció pronto al cristianismo, ya que Roma introdujo en todo el mundo occidental una nueva tolerancia por los idiomas y los pueblos extranjeros, e incluso por las religiones ajenas.
   
En Roma, muchas de las primeras persecuciones contra los cristianos se debieron únicamente a la desafortunada utilización, en sus predicaciones, de la palabra «reino». Los romanos eran tolerantes con todas y cada una de las religiones, pero muy susceptibles ante cualquier cosa que tuviera sabor a rivalidad política. Por eso, cuando estas primeras persecuciones —debidas tan ampliamente a los malentendidos— desaparecieron, el campo para la propaganda religiosa se encontró completamente abierto. A los romanos les interesaba la administración política; el arte o la religión les resultaban indiferentes, pero eran excepcionalmente tolerantes con los dos.
   
La ley oriental era rígida y arbitraria; la ley griega era fluida y artística; la ley romana tenía dignidad y causaba respeto. La educación romana engendraba una lealtad inaudita e imperturbable. Los primeros romanos eran unos individuos políticamente dedicados y sublimemente consagrados. Eran honrados, incondicionales y entregados a sus ideales, pero sin una religión digna de ese nombre. No es de extrañar que sus educadores griegos fueran capaces de persuadirlos para que aceptaran el cristianismo de Pablo.
   
Estos romanos eran un gran pueblo. Podían gobernar Occidente porque se gobernaban a sí mismos. Esta honradez sin igual, esta devoción y este firme autocontrol constituían un terreno ideal para la recepción y el crecimiento del cristianismo.
   
A estos grecorromanos les resultaba igual de fácil consagrarse espiritualmente a una iglesia institucional, como hacerlo políticamente al Estado. Los romanos sólo lucharon contra la iglesia cuando temieron que ésta le hiciera la competencia al Estado. Como Roma tenía poca filosofía nacional o cultura nativa, se apoderó de la cultura griega como si fuera suya y adoptó audazmente a Cristo como filosofía moral. El cristianismo se convirtió en la cultura moral de Roma pero difícilmente en su religión, en el sentido de ser una experiencia individual de crecimiento espiritual para aquellos que abrazaron la nueva religión de una manera tan masiva. Es verdad que muchas personas penetraron bajo la superficie de toda esta religión estatal y encontraron, para alimento de su alma, los verdaderos valores de los significados ocultos contenidos en las verdades latentes del cristianismo helenizado y paganizado.
   
Los estoicos y su vigoroso llamamiento a «la naturaleza y la conciencia» habían preparado mucho mejor toda Roma para recibir a Cristo, al menos en un sentido intelectual. El romano era un jurista por naturaleza y por educación; veneraba incluso las leyes de la naturaleza. Y ahora, en el cristianismo, discernía las leyes de Dios en las leyes de la naturaleza. Un pueblo que podía dar a un Cicerón y a un Virgilio estaba maduro para el cristianismo helenizado de Pablo.
   
Y así, estos griegos romanizados forzaron tanto a los judíos como a los cristianos a hacer filosófica su religión, a coordinar sus ideas y sistematizar sus ideales, a adaptar las prácticas religiosas a la marcha existente de la vida. Todo esto fue enormemente favorecido por la traducción al griego de las escrituras hebreas y la redacción posterior del Nuevo Testamento en lengua griega.
   
Durante largo tiempo, los griegos, a diferencia de los judíos y de otros muchos pueblos, habían creído provisionalmente en la inmortalidad, en alguna clase de supervivencia después de la muerte. Puesto que éste era el centro mismo de la enseñanza de Jesús, era seguro que el cristianismo ejercería un poderoso atractivo sobre ellos.
   
Una sucesión de victorias de la cultura griega y de la política romana había consolidado a los países mediterráneos en un solo imperio, con un solo idioma y una sola cultura, y había preparado al mundo occidental para un solo Dios. El judaísmo proporcionaba este Dios, pero el judaísmo era inaceptable como religión para estos griegos romanizados. Filón ayudó a algunos a mitigar sus objeciones, pero el cristianismo les reveló un concepto aún mejor de un solo Dios, y lo aceptaron inmediatamente.