Zoroastro estuvo en contacto directo con los descendientes de los primeros misioneros de Melquisedek, y la doctrina de ellos sobre el Dios único se convirtió en una enseñanza central de la religión que fundó en Persia. Con excepción del judaísmo, ninguna otra religión de ese tiempo contenía más de estas enseñanzas de Salem. Ganid extrajo el siguiente resumen de los documentos de esta religión:
«Todas la cosas proceden y pertenecen al Dios Único —el omnisapiente, el bueno, el justo, el santo, el resplandeciente y el glorioso. Este nuestro Dios es la fuente de toda luminosidad. Él es el creador, el Dios de todos los buenos propósitos, el protector de la justicia en el universo. La conducta prudente en la vida es actuar en consonancia con el espíritu de la verdad. Dios todo lo ve, y contempla tanto las malas acciones del protervo como las buenas obras del justo; nuestro Dios observa todas las cosas con una mirada centelleante. Su contacto es el toque de la salud. El Señor es un benefactor todopoderoso. Dios extiende su mano benéfica al justo y al impío. Dios estableció el mundo y ordenó las recompensas para el bien y para el mal. El Dios omnisciente ha prometido la inmortalidad a las almas pías de pensamiento puro y acciones rectas. Según sea tu deseo supremo, así serás. La luz del sol es como la sabiduría para los que perciben a Dios en el universo.
«Alabad a Dios buscando los placeres del Sabio. Adorad al Dios de la luz caminando alegremente por las sendas ordenadas por su religión revelada. No hay más que un Dios Supremo, el Señor de las Luces. Adoramos a aquel que hizo las aguas, las plantas, los animales, la tierra y los cielos. Nuestro Dios es el Señor, el más benévolo. Adoramos al más hermoso, al Inmortal magnifico, dotado de luz eterna. Dios es lo más distante de nosotros y al mismo tiempo lo más próximo, porque habita en nuestras almas. Nuestro Dios es el divino y santísimo Espíritu del Paraíso, y sin embargo es más amigo del hombre que la más amistosa de todas las criaturas. Dios nos ayuda más en ésta, la más grande de todas las labores, el conocimiento de él mismo. Dios es nuestro amigo más adorable y justo; él es nuestra sabiduría, nuestra vida, y el vigor de nuestra alma y de nuestro cuerpo. Mediante nuestros buenos pensamientos el sabio Creador nos permite que hagamos su voluntad, alcanzando así la realización de todo lo que es divinamente perfecto.
«Señor, enséñanos a vivir esta vida en la carne mientras nos preparamos para la vida venidera del espíritu. Háblanos, Señor, y te obedeceremos. Enséñanos las buenas sendas, y andaremos rectos. Permítenos que nos unamos a ti. Sabemos que la religión es buena cuando conduce a la unión con la rectitud. Dios es nuestra naturaleza sabia, nuestro óptimo pensamiento y nuestra acción recta. ¡Que Dios nos conceda la unidad con el espíritu divino e inmortalidad en él!
«Esta religión del Sabio purifica al creyente de todo mal pensamiento y acto pecaminoso. Me inclino ante el Dios de los cielos en arrepentimiento si lo he ofendido en pensamiento, palabra o acto —intencional o involuntariamente— y ofrezco oraciones para pedir misericordia y alabanzas para pedir perdón. Sé que cuando hago confesión, si me propongo no volver a hacer el mal, que el pecado será lavado de mi alma. Sé que el perdón disuelve las ataduras del pecado. Los que hacen el mal serán castigados, pero los que siguen la verdad disfrutarán de la dicha de la salvación eterna. Tómanos en tu mano mediante la gracia y aplica el bálsamo del poder salvador a nuestras almas. Clamamos misericordia porque aspiramos alcanzar la perfección; queremos ser semejantes a Dios».