Al mediodía del sábado 22 de abril, los once apóstoles se reunieron
tal como indicado en la colina cerca de Capernaum, y Jesús apareció
entre ellos. Este encuentro ocurrió en el mismo monte en que el Maestro
los había apartado como sus apóstoles y como embajadores del reino del
Padre en la tierra. Y era ésta la decimocuarta manifestación morontial
del Maestro.
En esta ocasión los once apóstoles se
arrodillaron formando un círculo alrededor del Maestro, le oyeron
repetir los encargos y le vieron volver a representar la escena de la
ordenación así como cuando fueron apartados por primera vez para el
trabajo especial del reino. Todo esto fue para ellos como una
recordación de su consagración al servicio del Padre, excepto por la
oración del Maestro. Ahora, cuando el Maestro —el Jesús morontial— oró,
fue en tonos de majestad y con palabras de poder tales como los
apóstoles nunca habían oído antes. Su Maestro hablaba ahora con los
gobernantes de los universos como el que, en su propio universo, tenía
en sus manos pleno poder y autoridad. Estos once hombres no olvidaron
nunca la experiencia de la rededicación morontial a las promesas previas
de embajadores. El Maestro pasó tan sólo una hora en este monte con sus
embajadores, y después de despedirse de ellos con afecto, desapareció
de su vista.
Nadie vio a Jesús durante una semana
entera. Los apóstoles realmente no sabían qué hacer, sin saber si el
Maestro había ido al Padre. En este estado de incertidumbre,
permanecieron en Betsaida. No se atrevían a irse de pesca por si él
venía a visitarlos y ellos no lo veían. Durante toda esa semana, Jesús
estuvo ocupado con las criaturas morontiales en la tierra y con los
asuntos de la transición morontial que estaba experimentando en este
mundo.