No paséis por alto el valor de vuestra herencia espiritual, el río de
verdad que fluye a través de los siglos, incluso hasta la época estéril
de una era materialista y laica. En todos vuestros esfuerzos meritorios
por desembarazaros de los credos supersticiosos de las épocas pasadas,
aseguraos de conservar firmemente la verdad eterna. ¡Pero tened
paciencia! Cuando la sublevación actual contra la superstición haya
terminado, las verdades del evangelio de Jesús sobrevivirán
gloriosamente para iluminar un camino nuevo y mejor.
Pero el cristianismo paganizado y socializado necesita un nuevo
contacto con las enseñanzas no comprometidas de Jesús; languidece por
falta de una visión nueva de la vida del Maestro en la Tierra. Una
revelación nueva y más completa de la religión de Jesús está destinada a
conquistar un imperio de laicismo materialista y a derrocar un influjo
mundial de naturalismo mecanicista. Urantia se estremece actualmente al
borde mismo de una de sus épocas más asombrosas y apasionantes de
reajuste social, de reanimación moral y de iluminación espiritual.
Las enseñanzas de Jesús, aunque enormemente modificadas,
sobrevivieron a los cultos de misterio de su época natal, a la
ignorancia y la superstición de la edad de las tinieblas, e incluso
ahora están venciendo lentamente al materialismo, al mecanicismo y al
laicismo del siglo veinte. Estas épocas de grandes pruebas y de derrotas
amenazantes siempre son períodos de gran revelación.
La religión necesita nuevos dirigentes, hombres y mujeres
espirituales que se atrevan a depender únicamente de Jesús y de sus
enseñanzas incomparables. Si el cristianismo insiste en olvidar su
misión espiritual mientras continúa ocupándose de los problemas sociales
y materiales, el renacimiento espiritual tendrá que esperar la llegada
de esos nuevos instructores de la religión de Jesús que se consagrarán
exclusivamente a la regeneración espiritual de los hombres. Entonces,
esas almas nacidas del espíritu proporcionarán rápidamente la dirección y la inspiración necesarias para la reorganización social, moral, económica y política del mundo.
La era moderna rehusará aceptar una religión que sea incompatible
con los hechos y que no se armonice con sus conceptos más elevados de la
verdad, la belleza y la bondad. Ha llegado la hora de volver a
descubrir los verdaderos fundamentos originales del cristianismo de hoy
deformado y comprometido —la vida y las enseñanzas reales de Jesús.
El hombre primitivo vivía una vida de esclavitud supersticiosa al
miedo religioso. El hombre civilizado moderno teme la idea de caer bajo
el dominio de fuertes convicciones religiosas. El hombre inteligente
siempre ha tenido miedo de estar sujeto a una religión. Cuando
una religión fuerte y activa amenaza con dominarlo, intenta
invariablemente racionalizarla, institucionalizarla y convertirla en una
tradición, esperando de este modo poder controlarla. Mediante este
procedimiento, incluso una religión revelada se convierte en una
religión elaborada y dominada por el hombre. Los hombres y las mujeres
modernos e inteligentes rehuyen la religión de Jesús por temor a lo que
ésta les hará —y a lo que hará con ellos. Y todos
estos temores están bien fundados. En verdad, la religión de Jesús
domina y transforma a sus creyentes, pidiendo a los hombres que dediquen
su vida a buscar el conocimiento de la voluntad del Padre que está en
los cielos, y exigiendo que las energías de la vida se consagren al
servicio desinteresado de la fraternidad de los hombres.
Los hombres y las mujeres egoístas simplemente no quieren pagar
este precio, ni siquiera a cambio del mayor tesoro espiritual que se
haya ofrecido nunca al hombre mortal. Cuando el hombre se haya sentido
suficientemente desilusionado por las tristes decepciones que acompañan
la búsqueda insensata y engañosa del egoísmo, y después de que haya
descubierto la esterilidad de la religión formalizada, sólo entonces
estará dispuesto a volverse de todo corazón hacia el evangelio del
reino, la religión de Jesús de Nazaret.
El mundo necesita más que nada una religión de primera mano.
Incluso el cristianismo —la mejor religión del siglo veinte— no es
solamente una religión acerca de Jesús, sino que es una
religión que los hombres experimentan ampliamente de segunda mano. Éstos
cogen su religión íntegramente tal como se la transmiten sus educadores
religiosos aceptados. ¡Qué despertar experimentaría el mundo si tan
sólo pudiera ver a Jesús tal como vivió realmente en la Tierra, y
conocer de primera mano sus enseñanzas dadoras de vida! Las palabras que
describen las cosas bellas no pueden conmover tanto como la visión de
esas cosas, y las palabras de un credo tampoco pueden inspirar el alma
de los hombres como la experiencia de conocer la presencia de Dios. Pero
la fe expectante mantendrá siempre abierta la puerta de la esperanza
del alma del hombre, para que entren las realidades espirituales eternas
de los valores divinos de los mundos del más allá.
El cristianismo se ha atrevido a rebajar sus ideales ante el
desafío de la avidez humana, la locura de la guerra y la codicia del
poder; pero la religión de Jesús se mantiene como la citación espiritual
inmaculada y trascendente, apelando a lo mejor que hay en el hombre
para que se eleve por encima de todos estos legados de la evolución
animal, y alcance por la gracia las alturas morales del verdadero
destino humano.
El cristianismo está amenazado de muerte lenta por el formalismo,
el exceso de organización, el intelectualismo y otras tendencias no
espirituales. La iglesia cristiana moderna no es esa fraternidad de
creyentes dinámicos a la que Jesús encargó que efectuara la
transformación espiritual contínua de las generaciones sucesivas de la
humanidad.
El llamado cristianismo se ha convertido en un movimiento social y
cultural, así como en una creencia y una práctica religiosas. El arroyo
del cristianismo moderno desagua más de un antiguo pantano pagano y más
de una ciénaga bárbara; muchas antiguas cuencas culturales vierten sus
aguas en esta corriente cultural de hoy, además de las altas mesetas
galileas que se supone que son su fuente exclusiva.