Pero incluso después de que el materialismo y el mecanicismo hayan
sido más o menos derrotados, la influencia devastadora del laicismo del
siglo veinte continuará marchitando la experiencia espiritual de
millones de almas confiadas.
El laicismo moderno ha sido fomentado por dos influencias
mundiales. El padre del laicismo fue la actitud atea y de ideas
limitadas de la llamada ciencia de los siglos diecinueve y veinte —la
ciencia atea. La madre del laicismo moderno fue la iglesia cristiana
totalitaria de la Edad Media. El laicismo tuvo su comienzo como una
protesta que se elevó contra la dominación casi completa de la
civilización occidental por parte de la iglesia cristiana
institucionalizada.
En el momento de esta revelación, el clima intelectual y
filosófico que prevalece tanto en la vida europea como en la americana
es decididamente laico —humanista. Durante trescientos años, el
pensamiento occidental ha sido progresivamente laicizado. La religión se
ha convertido cada vez más en una influencia nominal, se ha vuelto
mayormente un ejercicio ritualista. La mayoría de los cristianos
declarados de la civilización occidental son, sin saberlo, realmente
laicos.
Fue necesario un gran poder, una poderosa influencia, para liberar
el pensamiento y la vida de los pueblos occidentales de la garra
marchitante de una dominación eclesiástica totalitaria. El laicismo
rompió las ataduras del control de la iglesia, y ahora amenaza a su vez
con establecer un nuevo tipo de dominio ateo en el corazón y la mente
del hombre moderno. El Estado político tiránico y dictatorial es el
descendiente directo del materialismo científico y del laicismo
filosófico. El laicismo apenas libera al hombre de la dominación de la
iglesia institucionalizada, cuando lo vende a la esclavitud servil del
Estado totalitario. El laicismo sólo libera al hombre de la esclavitud
eclesiástica para traicionarlo entregándolo a la tiranía de la
esclavitud política y económica.
El materialismo niega a Dios, el laicismo se limita a ignorarlo;
al menos ésta fue su actitud primitiva. Más recientemente, el laicismo
ha tomado una actitud más militante, pretendiendo ocupar el lugar de la
religión, cuya esclavitud totalitaria rechazó anteriormente. El laicismo
del siglo veinte tiende a afirmar que el hombre no necesita a Dios.
¡Pero cuidado! Esta filosofía atea de la sociedad humana sólo conducirá a
la inquietud, a la animosidad, a la infelicidad, a la guerra y a un
desastre mundial.
El laicismo nunca podrá traer la paz a la humanidad. Nada puede
sustituir a Dios en la sociedad humana. ¡Pero poned mucha atención! No
os apresuréis a abandonar las ventajas beneficiosas de la sublevación
laica que os ha liberado del totalitarismo eclesiástico. La civilización
occidental disfruta hoy de muchas libertades y satisfacciones debido a
la sublevación laica. El gran error del laicismo fue el siguiente: Al
sublevarse contra el control casi total de la vida por parte de la
autoridad religiosa, y después de conseguir liberarse de esta tiranía
eclesiástica, los laicos continuaron adelante iniciando una sublevación
contra el mismo Dios, a veces tácitamente y a veces de manera
manifiesta.
A la sublevación laica le debéis la asombrosa creatividad de la
industria americana y el progreso material sin precedentes de la
civilización occidental. Como la sublevación laica ha ido demasiado
lejos y ha perdido de vista a Dios y a la verdadera religión, también le ha seguido una cosecha inesperada de guerras mundiales y de inestabilidad internacional.
No es necesario sacrificar la fe en Dios para disfrutar de las
bendiciones de la sublevación laica moderna: tolerancia, servicio
social, gobierno democrático y libertades civiles. Los laicos no tenían necesidad de oponerse a la
verdadera religión para promover la ciencia y hacer progresar la
educación.
Pero el laicismo no es el único autor de todas estas ventajas
recientes en la expansión del modo de vivir. Detrás de los logros del
siglo veinte están no solamente la ciencia y el laicismo, sino también
los efectos espirituales no reconocidos ni admitidos de la vida y las
enseñanzas de Jesús de Nazaret.
Sin Dios, sin religión, el laicismo científico nunca podrá
coordinar sus fuerzas, ni armonizar sus intereses, razas y nacionalismos
divergentes y rivales. A pesar de sus logros materialistas
incomparables, esta sociedad humana laicista se está desintegrando
lentamente. La principal fuerza de cohesión que se resiste a esta
desintegración de antagonismos es el nacionalismo. Y el nacionalismo es
el obstáculo principal para la paz mundial.
La debilidad inherente al laicismo consiste en que desecha la
ética y la religión a favor de la política y del poder. Es simplemente
imposible establecer la fraternidad de los hombres cuando se ignora o se
niega la paternidad de Dios.
El optimismo laico en materia social y política es una ilusión.
Sin Dios, ni la independencia y la libertad, ni los bienes y la riqueza
conducirán a la paz.
La secularización completa de la ciencia, la educación, la
industria y la sociedad sólo pueden conducir al desastre. Durante el
primer tercio del siglo veinte, los urantianos han matado a más seres
humanos que durante toda la dispensación cristiana hasta ese momento. Y
éste sólo es el principio de la espantosa cosecha del materialismo y del
laicismo; una destrucción aún más terrible está todavía por venir.