Aquí en Roma fue donde también ocurrió ese conmovedor evento en el cual el Creador de un universo pasó varias horas en devolver un niño perdido a su ansiosa madre. Este niño se había alejado de su casa, y Jesús lo encontró llorando desconsoladamente. El y Ganid iban camino a las bibliotecas, pero se ocuparon de llevar al niño a su casa. Ganid nunca olvidó el comentario de Jesús: «Sabes, Ganid, que la mayoría de los seres humanos son como este niño perdido. Lloran de temor y sufren de pena la mayor parte del tiempo, sin ver que en verdad no están sino a corta distancia de la seguridad y del salvamento, así como este niño estaba en realidad muy cerca de su casa. Los que conocen el camino de la verdad y disfrutan la seguridad de conocer a Dios deberían considerar que es un privilegio para ellos y no un deber, ofrecer orientación a sus semejantes en sus esfuerzos por encontrar las satisfacciones de la vida. ¿Acaso no fue para nosotros una satisfacción sublime ayudar a este niño a volver donde su madre? Del mismo modo, los que conducen a los hombres a Dios experimentan la satisfacción suprema del servicio humano». A partir de ese momento y por el resto de su vida, Ganid estuvo siempre atento por si se perdía un niño, para devolverlo a su hogar.
Había una viuda con cinco hijos, cuyo marido había muerto accidentalmente. Jesús le contó a Ganid cómo había perdido a su padre en un accidente, y muchas veces fueron ambos a llevar consuelo a esta madre y a sus hijos, mientras que Ganid le pidió dinero a su padre para proveerles alimento y ropa. No cesaron en sus esfuerzos hasta conseguir trabajo para el hijo mayor para que de este modo pudiera ayudar a mantener a la familia.
Esa noche, al escuchar Gonod la crónica de estas experiencias, le dijo a Jesús, de muy buen talante: «Me propongo hacer de mi hijo un erudito o un hombre de negocios, y vienes tú y lo conviertes en filósofo y filántropo». Y Jesús sonriendo replicó: «Quizás consigñamos las cuatro cosas; así, tendrá pues una satisfacción cuádruple en la vida, porque cuando su oído reconozca la melodía humana, podrá apreciar cuatro tonos en vez de uno». Y Gonod le respondió: «Me doy cuenta de que eres realmente un filósofo. Debes escribir un libro para las generaciones futuras». Jesús le replicó: «No un libro —mi misión es vivir una vida en esta generación y para todas las generaciones. Yo...», pero interrumpió diciéndole a Ganid: «Hijo mío, es hora de ir a dormir».