«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

lunes, 5 de marzo de 2012

los viajes fuera de Roma.

Jesús, Gonod y Ganid hicieron cinco viajes desde Roma para visitar varios puntos de interés en los alrededores cercanos y lejanos. Durante su visita a los lagos del norte de Italia, Jesús tuvo con Ganid esa larga conversación sobre la imposibilidad de enseñarle a un hombre acerca de Dios si ese hombre no desea conocer a Dios. Se habían encontrado por casualidad con un pagano irreflexivo, camino a los lagos, y Ganid se sorprendió de que Jesús no siguiera su práctica usual de entablar con este hombre una conversación que condujera naturalmente a la discusión de asuntos espirituales. Al preguntarle Ganid a su maestro por qué mostraba tan poco interés en este pagano, Jesús respondió:
     
«Ganid, este hombre no estaba sediento de verdad. No estaba insatisfecho consigo mismo. No estaba presto a pedir ayuda, los ojos de su mente no estaban abiertos para recibir luz para el alma. Ese hombre no estaba maduro para la cosecha de la salvación; hay que darle más tiempo para que las pruebas y dificultades de la vida lo preparen para recibir la sabiduría y un conocimiento superior. O bien, si pudiéramos llevarle a vivir con nosotros, tal vez podríamos mediante nuestra manera de vivir mostrarle al Padre celestial, y tal vez tanto lo atraería nuestra vida de hijos de Dios que se vería obligado a preguntarnos acerca de nuestro Padre. No puedes revelar a Dios a los que no lo buscan; no se puede conducir al regocijo de la salvación a las almas que no quieren ser salvadas. Es necesario que el hombre llegue a anhelar la verdad como resultado de las experiencias de la vida, o que desee conocer a Dios como resultado del contacto con la vida de los que han conocido al Padre divino, antes de que otro ser humano pueda actuar como medio para conducir a ese mortal al Padre celestial. Si conocemos a Dios, nuestra tarea verdadera en la tierra es vivir de modo tal que el Padre pueda revelarse en nuestra vida, y así todas las personas que buscan a Dios verán al Padre y pedirán nuestra ayuda para averiguar más acerca del Dios que de ese modo encuentra expresión en nuestra vida».
      
Fue durante la visita a Suiza, en las montañas, durante la que Jesús tuvo una conversación de un día entero con el padre y el hijo acerca del budismo. Muchas veces Ganid le había hecho a Jesús preguntas directas acerca de Buda, recibiendo sin embargo siempre respuestas más o menos evasivas. Ahora, en presencia de su hijo, el padre le hizo a Jesús una pregunta directa acerca de Buda, y recibió una respuesta directa. Gonod dijo: «De verdad me gustaría saber qué piensas de Buda». Y Jesús respondió:
     
«Vuestro Buda fue mucho mejor que vuestro budismo. Buda fue un gran hombre, incluso un profeta para su pueblo, pero fue un profeta huérfano; quiero decir con esto que muy pronto perdió de vista a su Padre espiritual, el Padre celestial. Su experiencia fue trágica. Trató de vivir y de enseñar como mensajero de Dios, pero sin Dios. Buda timoneó su nave de salvación casi hasta el puerto seguro, hasta la entrada misma del puerto de salvación de los mortales, pero allí, como las cartas de navegación estaban equivocadas, la buena nave encalló. Allí se ha quedado por estas muchas generaciones, inmóvil, casi desesperadamente varada. Allí se han quedado también muchos de vuestro pueblo por todos estos años. Viven a muy corta distancia de las seguras aguas del descanso, pero se niegan a entrar porque a la noble nave del buen Buda le ocurrió el percance de vararse precisamente a la entrada del puerto. Los pueblos budistas no entrarán jamás al puerto si no abandonan la nave filosófica de su profeta y se aferran a su noble espíritu. Si vuestro pueblo hubiese permanecido fiel al espíritu de Buda, ya habría entrado hace mucho al puerto de la tranquilidad espiritual, del descanso del alma y de la seguridad de la salvación.
     
»Ves, Gonod, Buda conocía a Dios en espíritu, pero no supo descubrirle claramente en la mente; los judíos descubrieron a Dios en la mente, pero no supieron mayormente conocerle en espíritu. Hoy, los budistas dan tumbos dentro de una filosofía sin Dios, mientras que mi pueblo está lastimosamente esclavizado al temor de un Dios sin una filosofía salvadora de vida y libertad. Vosotros tenéis una filosofía sin Dios; los judíos tienen un Dios pero carecen en gran parte de una filosofía de la vida pertinente. Buda, al no conseguir ver a Dios como espíritu y como Padre, no consiguió ofrecer en su doctrina la energía moral y el poderoso impulso espiritual que debe poseer una religión si ha de cambiar a una raza y ha de exaltar a una nación».
     
Entonces exclamó Ganid: «Maestro, formemos tú y yo una nueva religión, una religión que sea suficientemente buena para la India y suficientemente grande para Roma, y quizás podamos cambiársela a los judíos por Yahvé». Y Jesús replicó: «Ganid, las religiones no se hacen. Las religiones del hombre maduran durante largos períodos de tiempo, a la vez que las revelaciones de Dios fulguran sobre la tierra en la vida de los hombres que revelan Dios a sus semejantes». Pero ellos no comprendieron el significado de estas palabras proféticas.
     
Esa noche, cuando se acostaron, Ganid no podía dormir. Habló largamente con su padre y finalmente le dijo, «Sabes, padre, a veces pienso que Josué es un profeta». Su padre medio dormido sólo le replicó: «Hijo mío, hay otros—».
     
A partir de ese día, y durante el resto de su vida natural, Ganid siguió desarrollando una religión propia. En su mente se conmovía profundamente por la liberalidad, equidad y tolerancia de Jesús. En todas las conversaciones de ellos sobre filosofía y religión no experimentó este joven nunca sentimientos de resentimiento ni reacciones de antagonismo.
     
¡Qué escena para la contemplación de las inteligencias celestiales!, este espectáculo del joven indio proponiéndole al Creador de un universo que hagan una nueva religión! Aunque el joven no lo supiera, estaban realmente formando una nueva y perdurable religión en ese mismo momento y lugar —este nuevo camino de la salvación, la revelación de Dios al hombre a través de Jesús y en Jesús. Lo que el joven más ansiaba hacer, estaba inconscientemente haciéndolo en ese momento. Así fue, y así es, por siempre. Lo que una imaginación humana esclarecida y reflexiva, que ha recibido la enseñanza y la guía espirituales, quiere sincera y altruísticamente ser y hacer, se torna mediblemente creativo según el grado de dedicación del mortal a la ejecución divina de la voluntad del Padre. Cuando el hombre se asocia con Dios, pueden ocurrir, y ocurren, realmente cosas grandiosas.