«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

domingo, 25 de marzo de 2012

En Antioquia.

Antioquía era la capital de la provincia romana de Siria, y aquí tenía su residencia el gobernador imperial. Antioquía contaba con medio millón de habitantes; era la tercera ciudad del imperio en tamaño y la primera en protervidad e inmoralidad flagrante. Gonod tenía que llevar a cabo muchas transacciones de negocios, de manera que Jesús y Ganid estaban más bien librados a su antojo. Visitaron todo lo que había que ver en esta ciudad políglota excepto el bosque de Dafne. Gonod y Ganid sí visitaron este conocido templo de la vergüenza, pero Jesús se negó a acompañarles. Estas escenas podían no resultar tan chocantes para los indios, pero eran repelentes a los ojos de un idealista hebreo.
    
Jesús se iba poniendo cada vez más serio y reflexivo a medida que se acercaban a Palestina y al fin de su viaje. Habló con pocas personas en Antioquía; rara vez deambulaba por la ciudad. Después de mucho preguntarle por qué manifestaba su maestro tan poco interés en Antioquía, Ganid finalmente indujo a Jesús a decir: «Esta ciudad no está tan lejos de Palestina; quizás regrese aquí alguna vez».
      
Ganid tuvo una experiencia muy interesante en Antioquía. Este joven había demostrado ser un discípulo apto y ya había comenzado a hacer uso práctico de algunas de las enseñanzas de Jesús. Había cierto indio relacionado con los negocios de su padre en Antioquía que se había vuelto tan desagradable y malhumorado que estaban considerando despedirlo. Cuando Ganid lo supo, se dirigió al establecimiento de su padre y tuvo una larga conversación con su compatriota. Este hombre pensaba que lo habían colocado en una posición para él inadecuada. Ganid le habló del Padre celestial y de muchas maneras amplió su punto de vista sobre la religión. Pero de todo lo que Ganid le dijo, la cita de un proverbio hebreo fue lo que mejor efecto le hizo; y esa perla de sabiduría fue: «Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo con toda tu fuerza».
     
Después de preparar su equipaje para la caravana de camellos, descendieron a Sidón y de allí a Damasco, y a los tres días se aprontaron para el largo trayecto a través del desierto.