Uno de los grandes sermones que predicó Jesús en
el templo durante esa semana de Pascua fue en respuesta a una pregunta
de uno de los oyentes, un hombre de Damasco. Éste preguntó a Jesús:
«Pero, Rabino, ¿cómo sabremos con certidumbre que tú has sido enviado
por Dios, y que nosotros podremos en verdad entrar en este reino que tú y
tus discípulos declaran venidero?» Y Jesús respondió:
«En cuanto a mi mensaje y a las enseñanzas
de mis discípulos, debéis juzgarlos por sus frutos. Si os proclamamos
las verdades del espíritu, el espíritu atestiguará en vuestro corazón
que nuestro mensaje es genuino. En cuanto al reino y a vuestra
certidumbre de que seréis aceptados por el Padre celestial, permitidme
preguntaros ¿qué padre entre vosotros, digno de llamarse padre y con un
corazón tierno, abandonaría a su hijo en la ansiedad o en el suspenso
sobre su posición dentro de la familia o su sitio asegurado en el afecto
del corazón de su padre? ¿Acaso vosotros, padres terrestres, disfrutáis
torturando a vuestros hijos con incertidumbres sobre el lugar de amor
que ocupan en vuestro corazón paterno humano? Tampoco abandona vuestro
Padre en el cielo a sus hijos de fe del espíritu en la incertidumbre de
no saber cuál es su posición en el reino. Si recibís a Dios como vuestro
Padre, de verdad y de veras seréis hijos de Dios. Y si sois hijos, os
encontraréis seguros en vuestra posición en todo cuanto se refiera a la
filiación eterna y divina. Si creéis mis palabras, creéis de este modo
en Aquel que me envió; y creyendo así en el Padre os habéis asegurado
vuestro estado en la ciudadanía celestial. Si hacéis la voluntad del
Padre en el cielo, no dejaréis jamás de alcanzar la vida eterna de
progreso en el reino divino.
«El Espíritu Supremo será testigo con
vuestro espíritu de que sois realmente hijos de Dios. Y si sois hijos de
Dios, habéis nacido del espíritu de Dios; y el que haya nacido del
espíritu, tiene dentro de sí el poder de sobreponerse a toda duda, y
ésta es la victoria que se sobrepone a toda incertidumbre, aun vuestra
fe.
«Dijo el profeta Isaías hablando de estos
tiempos: `cuando el espíritu se derrame sobre nosotros desde lo alto,
entonces la labor de la rectitud significará paz, reposo, y seguridad
para siempre'. Para todos aquellos que crean verdaderamente en este
evangelio, yo seré la garantía de su recepción en la misericordia eterna
y en la vida perdurable del reino de mi Padre. Así pues vosotros que
oís de este mensaje y creéis en este evangelio del reino sois hijos de
Dios, y tenéis vida para siempre; y la prueba para todo el mundo de que
habéis nacido del espíritu está en que vosotros os amáis sinceramente
los unos a los otros».
El gentío de escuchadores permaneció muchas
horas con Jesús haciéndole preguntas y escuchando atentamente sus
respuestas consoladoras. Aun los apóstoles se sentían fortalecidos por
las enseñanzas de Jesús, y pudieron predicar el evangelio del reino con
más fuerza y certidumbre. Esta experiencia en Jerusalén fue una gran
inspiración para los doce. Fue su primer contacto con multitudes tan
enormes, y aprendieron muchas lecciones valiosas que les resultaron de
gran ayuda en su trabajo posterior.