«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

jueves, 4 de diciembre de 2014

Las apariciones en Galilea.

CUANDO los apóstoles se fueron de Jerusalén en dirección a Galilea, los líderes judíos ya se habían calmado considerablemente. Ya que Jesús tan sólo apareció ante su familia de creyentes en el reino, y puesto que los apóstoles estaban ocultos y no hacían predicación pública, los potentados de los judíos concluyeron que el movimiento del evangelio estaba, después de todo, efectivamente derrotado. Estaban por supuesto desconcertados por los rumores en aumento de que Jesús había resucitado de entre los muertos, pero dependían de los sobornos a los guardianes para que contrarrestaran en forma eficaz todos estos informes mediante la reiteración de la historia de que una banda de sus seguidores había robado el cadáver.
      
Desde ese momento en adelante, hasta que los apóstoles fueron dispersados por la marea de la persecución, en general Pedro fue reconocido como el jefe del cuerpo apostólico. Jesús no le otorgó nunca esa autoridad, y sus hermanos apóstoles nunca lo eligieron formalmente para esa posición de responsabilidad; él la tomó naturalmente y la mantuvo por consentimiento común y también porque era el predicador principal entre ellos. De ahí en adelante la predicación pública se volvió la principal labor de los apóstoles. Después de su retorno de Galilea, Matías, a quien seleccionaron para que tomara el lugar de Judas, fue el tesorero.
      
Durante la semana en que se quedaron en Jerusalén, María la madre de Jesús pasó mucho tiempo con las mujeres creyentes que se detenían en la casa de José de Arimatea.
      
Ese lunes por la mañana temprano cuando partieron los apóstoles para Galilea, Juan Marcos los acompañó. Los siguió al salir de la ciudad y después de pasar más allá de Betania, se les acercó atrevidamente, confiando en que ya no lo enviarían de vuelta.
      
Los apóstoles se detuvieron varias veces en el camino de Galilea para relatar la historia de su Maestro resucitado y por lo tanto no llegaron a Betsaida hasta muy tarde el miércoles por la noche. El jueves, no despertaron hasta el mediodía y estuvieron listos para compartir el desayuno juntos.