La aparición morontial decimoctava del Maestro
fue en Tiro, el martes 16 de mayo, poco antes de las nueve de la noche.
Nuevamente apareció al final de una reunión de creyentes que estaban a
punto de dispersarse, diciendo:
«Que la paz sea con vosotros. Vosotros os
regocijáis de saber que el Hijo del Hombre ha resucitado de entre los
muertos porque así sabéis que vosotros y vuestros hermanos también
sobreviviréis al fallecimiento mortal. Pero esa sobrevivencia depende de
que hayáis nacido primero del espíritu de búsqueda de la verdad y
descubrimiento de Dios. El pan y el agua de la vida se otorgan tan sólo a
los que tienen hambre de verdad y sed de rectitud —de Dios. El hecho de
que los muertos resucitan, no constituye el evangelio del reino. Estas
grandes verdades y estos hechos del universo están todos relacionados
con este evangelio en cuanto son una parte del resultado de creer la
buena nueva y están comprendidos en la experiencia subsiguiente de los
que, por la fe, se tornan, de hecho y en verdad, en hijos sempiternos
del Dios eterno. Mi Padre me envió a este mundo para proclamar a todos
los hombres esta salvación de filiación. Así yo os envío a que
prediquéis esta salvación de filiación. La salvación es el don de Dios,
pero los que nacen del espíritu, comienzan inmediatamente a rendir los
frutos del espíritu en servicio amante de sus semejantes. Y los frutos
del espíritu divino cosechados en la vida de los mortales nacidos del
espíritu y conocedores de Dios son: servicio amante, devoción altruista,
lealtad valiente, justicia sincera, honestidad esclarecida, esperanza
sin fin, confianza incondicionada, ministerio misericordioso, bondad
infalible, tolerancia clemente y paz duradera. Si los creyentes profesos
no rinden estos frutos del espíritu divino en su vida, están muertos.
El Espíritu de la Verdad no está en ellos; son ramas inútiles de una vid
viva y pronto serán podadas. Mi Padre requiere que todos los hijos de
la fe rindan muchos frutos del espíritu. Si por lo tanto vosotros no
sois fructíferos, él cavará alrededor de vuestras raíces y podará
vuestras ramas estériles. Cada vez más debéis rendir los frutos del
espíritu, a medida que progresáis hacia el cielo en el reino de Dios.
Podéis entrar al reino como un niño, pero el Padre requiere que crezcáis
por la gracia, a la plena estatura del adulto espiritual. Cuando vayáis
a decir a todas las naciones la buena nueva del evangelio, yo iré
delante de vosotros, y mi Espíritu de la Verdad morará en vuestro
corazón. Mi paz os dejo».
Entonces desapareció el Maestro de su
vista. Al día siguiente salieron de Tiro los que llevaron este relato a
Sidón y aún a Antioquía y Damasco. Jesús había estado con estos
creyentes cuando vivía en la carne, y rápidamente le reconocieron en cuanto empezó a enseñarles. Aunque sus amigos no
podían reconocer prontamente su forma morontial cuando ésta fue hecha
visible, sí reconocían rápidamente su personalidad, en cuanto él les
dirigía la palabra.