Los científicos han precipitado involuntariamente a la humanidad
hacia un pánico materialista; han desencadenado un asedio irreflexivo al
banco moral de los siglos, pero este banco de la experiencia humana
tiene enormes recursos espirituales; puede soportar las demandas que se
le hagan. Sólo los hombres irreflexivos se dejan llevar por el pánico
con respecto a los activos espirituales de la raza humana. Cuando el
pánico laico-materialista haya pasado, la religión de Jesús no se
encontrará en bancarrota. El banco espiritual del reino de los cielos
pagará con fe, esperanza y seguridad moral a todos los que recurran a él
«en Su nombre».
Cualquiera que sea el conflicto aparente entre el materialismo y
las enseñanzas de Jesús, podéis estar seguros de que las enseñanzas del
Maestro triunfarán plenamente en las eras por venir. En realidad, la
verdadera religión no puede meterse en ninguna controversia con la
ciencia, pues no se ocupa en absoluto de las cosas materiales. A la
religión, la ciencia le resulta sencillamente indiferente, aunque es
comprensiva con ella, mientras que se interesa supremamente por el científico.
La búsqueda del simple conocimiento, sin la interpretación
concomitante de la sabiduría y la perspicacia espiritual de la
experiencia religiosa, conduce finalmente al pesimismo y a la
desesperación humana. Un conocimiento limitado es realmente
desconcertante.
En el momento de escribir este documento, lo peor de la era
materialista ha pasado; ya está empezando a despuntar el día de una
mejor comprensión. Las mejores mentes del mundo científico han dejado de
tener una filosofía totalmente materialista, pero la gente común y
corriente se inclina todavía en esa dirección a consecuencia de las
enseñanzas anteriores. Pero esta era de realismo físico sólo es un
episodio transitorio en la vida del hombre en la Tierra. La ciencia
moderna ha dejado intacta a la verdadera religión —las enseñanzas de
Jesús tal como se traducen en la vida de sus creyentes. Todo lo que la
ciencia ha hecho es destruir las ilusiones infantiles de las falsas
interpretaciones de la vida.
En lo que se refiere a la vida del hombre en la Tierra, la ciencia
es una experiencia cuantitativa y la religión una experiencia
cualitativa. La ciencia se ocupa de los fenómenos; la religión, de los
orígenes, los valores y las metas. Indicar que las causas son
una explicación de los fenómenos físicos equivale a confesar que se
ignoran los factores últimos, y al final sólo conduce al científico
directamente de vuelta a la gran causa primera —al Padre Universal del
Paraíso.
El paso violento de una era de milagros a una era de máquinas ha
resultado ser enteramente perturbador para el hombre. El ingenio y la
habilidad de las falsas filosofías mecanicistas desmienten sus mismas
opiniones mecanicistas. La agilidad fatalista de la mente de un
materialista contradice para siempre sus afirmaciones de que el universo
es un fenómeno energético ciego y carente de finalidad.
Tanto el naturalismo mecanicista de algunos hombres supuestamente
instruidos como el laicismo irreflexivo del hombre de la calle se ocupan
exclusivamente de cosas; están desprovistos de todo verdadero
valor, sanción y satisfacción de naturaleza espiritual, y también están
exentos de fe, de esperanza y de seguridades eternas. Uno de los grandes
problemas de la vida moderna es que el hombre se cree demasiado ocupado
como para encontrar tiempo para la meditación espiritual y la devoción
religiosa.
El materialismo reduce al hombre a un estado de autómata sin alma,
y lo convierte en un simple símbolo aritmético que ocupa un lugar
impotente en la fórmula matemática de un universo realista y
mecanicista. Pero, ¿de dónde viene todo este inmenso universo de
matemáticas, sin un Maestro Matemático? La ciencia puede discurrir sobre
la conservación de la materia, pero la religión valida la conservación
del alma de los hombres —se ocupa de su experiencia con las realidades
espirituales y los valores eternos.
El sociólogo materialista de hoy examina una comunidad, hace un
informe sobre ella y deja a la gente tal como las encontró. Hace mil
novecientos años, unos galileos ignorantes observaron a Jesús dar su
vida como aportación espiritual a la experiencia interior del hombre, y
luego salieron y pusieron boca abajo todo el imperio romano.
Pero los dirigentes religiosos cometen un grave error cuando
intentan llamar al hombre moderno a la lucha espiritual al son de las
trompetas de la Edad Media. La religión debe proveerse de lemas nuevos y
actualizados. Ni la democracia ni ninguna otra panacea política podrán
reemplazar el progreso espiritual. Las falsas religiones pueden
representar una evasión de la realidad, pero Jesús, en su evangelio,
puso al hombre mortal en la entrada misma de una realidad eterna de
progreso espiritual.
Decir que la mente «surgió» de la materia no explica nada. Si el
universo fuera simplemente un mecanismo y la mente fuera inseparable de
la materia, nunca tendríamos dos interpretaciones diferentes de
cualquier fenómeno observado. Los conceptos de la verdad, la belleza y
la bondad no son inherentes ni a la física ni a la química. Una máquina
no puede conocer, y mucho menos conocer la verdad, tener hambre de rectitud y apreciar la bondad.
La ciencia puede ser física, pero la mente del científico que
discierne la verdad es al mismo tiempo supermaterial. La materia no
conoce la verdad, ni puede amar la misericordia ni deleitarse con las
realidades espirituales. Las convicciones morales basadas en la
iluminación espiritual y arraigadas en la experiencia humana son tan
reales y seguras como las deducciones matemáticas basadas en las
observaciones físicas, pero se encuentran en un nivel diferente y más
elevado.
Si los hombres sólo fueran unas máquinas, reaccionarían de manera
más o menos uniforme a un universo material. No existiría la
individualidad, y mucho menos la personalidad.
El hecho del mecanismo absoluto del Paraíso en el centro del
universo de universos, en presencia de la volición incondicionada de la
Fuente-Centro Segunda, asegura para siempre que los determinantes no son
la ley exclusiva del cosmos. El materialismo está ahí, pero no es exclusivo; el
mecanismo está ahí, pero no es incondicionado; el determinismo está ahí,
pero no está solo.
El universo finito de la materia se volvería finalmente uniforme y
determinista si no fuera por la presencia combinada de la mente y el
espíritu. La influencia de la mente cósmica inyecta constantemente
espontaneidad incluso en los mundos materiales.
En cualquier aspecto de la existencia, la libertad o la iniciativa
es directamente proporcional al grado de influencia espiritual y de
control de la mente cósmica; es decir, en la experiencia humana, al
grado en que se hace realmente «la voluntad del Padre». Así pues, una
vez que habéis empezado a descubrir a Dios, ésta es la prueba decisiva
de que Dios ya os ha encontrado.
La búsqueda sincera de la bondad, la belleza y la verdad conduce a
Dios. Y todo descubrimiento científico demuestra la existencia tanto de
la libertad como de la uniformidad en el universo. El descubridor era
libre de hacer su descubrimiento. La cosa descubierta es real y
aparentemente uniforme, pues de otro modo no hubiera podido ser conocida
como cosa.