El siglo veinte ha traído al cristianismo y a todas las demás
religiones unos nuevos problemas que tienen que resolver. Cuanto más se
eleva una civilización, mayor es el deber que tiene el hombre de «buscar
primero las realidades del cielo» en todos sus esfuerzos por
estabilizar la sociedad y facilitar la solución de sus problemas
materiales.
La verdad se vuelve a veces confusa e incluso engañosa cuando es
fragmentada, segregada, aislada y analizada con exceso. La verdad
viviente sólo enseña bien al buscador de la verdad cuando es abrazada en
su totalidad y como una realidad espiritual viviente, no como un hecho
de la ciencia material o una inspiración de un arte intermedio.
La religión es la revelación al hombre de su destino divino y
eterno. La religión es una experiencia puramente personal y espiritual, y
siempre se debe diferenciar de las otras formas elevadas de pensamiento
humano, tales como:
1. La actitud lógica hacia las cosas de la realidad material.
2. La apreciación estética de la belleza, en contraste con la fealdad.
3. El reconocimiento ético de las obligaciones sociales y del deber político.
4. Incluso el sentido de la moral humana, en sí mismo y por sí mismo, no es religioso.
La religión está destinada a encontrar en el universo aquellos
valores que inspiran la fe, la confianza y la seguridad; la religión
culmina en la adoración. La religión descubre para el alma aquellos
valores supremos que contrastan con los valores relativos descubiertos
por la mente. Esta perspicacia sobrehumana sólo se puede obtener
mediante una experiencia religiosa auténtica.
Mantener un sistema social duradero sin una moral basada en las
realidades espirituales es igual de imposible que mantener el sistema
solar sin la gravedad.
No intentéis satisfacer la curiosidad o contentar todas las
aventuras latentes que surgen dentro del alma, en una corta vida en la
carne. ¡Tened paciencia! No caigáis en la tentación de zambulliros de
manera desordenada en aventuras baratas y sórdidas. Aprovechad vuestras
energías y refrenad vuestras pasiones; permaneced tranquilos mientras
esperáis el desarrollo majestuoso de una carrera sin fin de aventuras
progresivas y de descubrimientos emocionantes.
En la confusión sobre el origen del hombre, no perdáis de vista su
destino eterno. No olvidéis que Jesús amaba incluso a los niños
pequeños, y que indicó claramente para siempre el gran valor de la
personalidad humana.
Al observar el mundo, recordad que las manchas oscuras de maldad
que veis resaltan sobre un fondo blanco de bondad última. No observáis
unas simples manchas blancas de bondad que destacan pobremente sobre un
fondo oscuro de maldad.
Puesto que hay tantas verdades buenas que publicar y proclamar,
¿por qué los hombres habrían de hacer tanto hincapié en el mal que hay
en el mundo, simplemente porque el mal parece ser un hecho? Los encantos
de los valores espirituales de la verdad son más agradables y
edificantes que el fenómeno del mal.
En religión, Jesús defendió y siguió el método de la experiencia,
al igual que la ciencia moderna utiliza la técnica experimental.
Encontramos a Dios mediante las directrices de la perspicacia
espiritual, pero nos acercamos a esta perspicacia del alma mediante el
amor de lo bello, la búsqueda de la verdad, la fidelidad al deber y la
adoración de la bondad divina. Pero de todos estos valores, el amor es
el verdadero guía que conduce a la perspicacia auténtica.