Natanael, el sexto y último de los apóstoles escogidos por el Maestro mismo, fue llevado a Jesús por su amigo Felipe. Estuvo asociado en varias empresas de negocios con Felipe y, con él, se dirigía a ver a Juan el Bautista cuando se encontraron con Jesús.
Cuando Natanael se unió a los apóstoles tenía veinticinco años y era el segundo más joven del grupo. Era el menor de una familia de siete, era soltero y el único sostén de padres ancianos y enfermos con quienes vivía en Caná; sus hermanos y su hermana estaban casados o habían fallecido, y ninguno vivía allí. Natanael y Judas Iscariote eran los más instruídos entre los doce. Natanael había pensado en hacerse mercader.
Jesús no le puso un sobrenombre a Natanael, pero los doce no tardaron en hablar de él en términos que significaban honestidad, sinceridad. Actuaba «sin engaño». Y ésta era su gran virtud; era honesto y sincero. La debilidad de su carácter era el orgullo; estaba muy orgulloso de su familia, su ciudad, su reputación y su país, todo lo cual es encomiable si no se lleva a extremos. Pero Natanael tenía la tendencia a llegar a extremos con sus prejuicios personales. Tendía a prejuzgar a los individuos de acuerdo con sus opiniones personales. No titubeaba en preguntar, aun antes de conocer a Jesús: «¿Puede venir algo bueno de Nazaret?» Pero Natanael no era obstinado, aunque sí era orgulloso. No vaciló en cambiar de opinión cuando contempló el rostro de Jesús.
En muchos aspectos Natanael era el genio excéntrico de los doce. Era el filósofo apostólico y el soñador, pero era un tipo muy práctico de soñador. Alternaba entre períodos de filosofía profunda y manifestaciones de un sentido del humor original y poco común; con el estado de ánimo apropiado, era probablemente, el mejor narrador de historias entre los doce. Jesús disfrutaba enormemente escuchando a Natanael conversar de cosas tanto serias como frívolas. Natanael progresivamente fue tomando más seriamente a Jesús y el reino, pero nunca se tomó a sí mismo demasiado en serio.
Todos los apóstoles amaban y respetaban a Natanael, y él se llevaba muy bien con todos ellos, excepto con Judas Iscariote. Judas no creía que Natanael se tomaba su apostolado suficientemente en serio y una vez tuvo la temeridad de ir secretamente a Jesús y quejarse en contra de él. Jesús le dijo: «Judas, vigila cuidadosamente tus pasos; no exageres tu cargo. ¿Quién entre nosotros puede juzgar a su hermano? No es la voluntad del Padre que sus hijos deban participar solamente de las cosas serias de la vida. Déjame repetirte: he venido para que mis hermanos en la carne puedan tener más gozo, alegría y abundancia de vida. Vete pues, Judas, y haz bien lo que se te ha encomendado, pero deja que Natanael, tu hermano, le rinda cuenta de sí mismo a Dios». El recuerdo de este episodio, juntamente con el de otras experiencias similares, vivió por mucho tiempo en el corazón iluso de Judas Iscariote.
Muchas veces, cuando Jesús se iba a la montaña con Pedro, Santiago y Juan, y había tensión y confusión entre los apóstoles, e incluso Andrés no sabía qué decir a sus desconsolados hermanos, Natanael aliviaba la tensión con una pizca de filosofía o un granito de humor; de buen humor, también.
El deber de Natanael era velar sobre el bienestar de las familias de los doce. Frecuentemente estaba ausente de los concilios apostólicos, porque en cuanto se enteraba de una enfermedad o de algún acontecimiento fuera de lo común que afectaba a una de las personas a su cargo, no perdía tiempo en llegar a esa casa. Los doce estaban tranquilos, porque sabían que, en manos de Natanael, el bienestar de sus familias estaba a salvo.
Natanael reverenciaba a Jesús particularmente por su tolerancia. No se cansaba de contemplar la tolerancia y la compasiva generosidad del Hijo del Hombre.
El padre de Natanael (Bartolomé) murió poco después de Pentecostés, después de lo cual este apóstol viajó a Mesopotamia y a la India, proclamando la buena nueva del reino y bautizando a los creyentes. Sus hermanos apóstoles nunca supieron lo que fue del otrora filósofo, poeta y humorista. Pero él también fue un gran hombre en el reino e hizo mucho por divulgar las enseñanzas de su Maestro, aun cuando no participó en la organización de la subsecuente iglesia cristiana. Natanael murió en la India.