El jueves 30 de marzo al finalizar la tarde,
Jesús y sus apóstoles, a la cabeza de un grupo de alrededor de
doscientos seguidores, se acercaron a los muros de Jericó. Al
aproximarse a la puerta de la ciudad, se toparon con una multitud de
mendigos, entre ellos cierto Bartimeo, hombre anciano que había sido
ciego desde su juventud. Este mendigo ciego había oído hablar mucho
sobre Jesús y sabía todo sobre su curación del ciego Josías en
Jerusalén. No supo de la última visita de Jesús a Jericó hasta que éste
ya había partido a Betania. Bartimeo había decidido que no permitiría
nunca más que Jesús visitara a Jericó sin apelar a él para que le
restaurara la vista.
La noticia de la llegada de Jesús se había
difundido por todo Jericó, y cientos de habitantes se congregaron para
salir a su encuentro. Cuando este gran gentío volvió escontando al
Maestro por las calles de la ciudad, Bartimeo, al oír el ritmo de los
pasos de la multitud, supo que ocurría algo insólito, y por lo tanto
preguntó a los que estaban de pie junto a él qué pasaba. Uno de los
mendigos contestó: «Está pasando Jesús de Nazaret». Cuando Bartimeo oyó
que Jesús estaba cerca, levantó la voz y comenzó a clamar a gritos:
«Jesús, Jesús ¡ten compasión de mí!» Así continuó clamando cada vez más
fuerte, y algunos de los que estaban cerca de Jesús se le acercaron para
reprocharlo, pidiéndole que se quedara quieto; pero fue en vano; él
gritó aún más y más fuerte.
Cuando Jesús oyó los lamentos del ciego, se
detuvo. Y cuando lo vio, dijo a sus amigos: «Traedme a ese hombre».
Entonces fueron ellos adonde Bartimeo, diciendo: «Está de buen ánimo;
ven con nosotros, porque el Maestro te llama». Cuando Bartimeo oyó estas
palabras, echó su manto a un lado, saltando al medio del camino,
mientras que los que estaban cerca lo guiaban hacia Jesús. Dirigiéndose a
Bartimeo, Jesús dijo: «¿Qué quieres que haga por ti?» Entonces contestó
el ciego: «Quiero que me devuelvas la vista». Cuando Jesús escuchó su
pedido y vio su fe, dijo: «Recibirás tu vista; vete por tu camino, tu fe
te ha curado». Inmediatamente recibió la vista, y permaneció junto a
Jesús, glorificando a Dios, hasta que el Maestro partió al día siguiente
hacia Jerusalén, y luego fue ante la multitud declarando a todos cómo
le había sido devuelta la vista en Jericó.