Cuando la procesión del Maestro entró a
Jericó, era cerca de la puesta del sol, y dispusieron pernoctar allí. Al
pasar Jesús frente a la aduana, Zaqueo el jefe publicano, o recolector
de impuestos, estaba de casualidad allí, y mucho deseaba ver a Jesús.
Este jefe publicano era muy rico y mucho había oído sobre este profeta
de Galilea. Había resuelto que la próxima vez que Jesús visitara Jericó
quería ver qué clase de hombre era éste, por lo tanto, Zaqueo trató de
abrirse paso entre el gentío, pero éste era demasiado grande, y siendo
él bajo de estatura, no podía ver por encima de la cabeza de la gente.
Así pues, el jefe publicano siguió a la multitud hasta que llegaron
cerca del centro de la ciudad y no lejos de donde él vivía. Al ver que
no podría abrirse paso en el gentío, y pensando que Jesús tal vez
cruzaría la ciudad sin parar, se adelantó corriendo y trepó a un
sicómoro cuyas abundantes ramas pendían sobre el camino. Sabía que de esta manera podría ver bien al Maestro cuando
éste pasara. Y no sufrió una desilusión porque, al pasar Jesús, se
detuvo, y levantando la mirada a Zaqueo, dijo: «Apresúrate, Zaqueo, y
baja, porque esta noche he de morar en tu casa». Cuando Zaqueo oyó esas
palabras asombrosas, estuvo a punto de caerse del árbol en su prisa por
bajar, y acercándose a Jesús, expresó su gran gozo de que el Maestro
quisiera parar en su casa.
Fueron enseguida a la casa de Zaqueo, y los
que vivían en Jericó se sorprendieron mucho de que Jesús consintiera en
morar con el jefe publicano. Aun mientras el Maestro y sus apóstoles se
detenían momentáneamente con Zaqueo en la puerta de su casa, uno de los
fariseos de Jericó, de pie cerca, dijo: «Podéis ver cómo este hombre ha
ido a morar con un pecador, un hijo apóstata de Abraham que es
extorsionador y ladrón de su propio pueblo». Cuando Jesús escuchó esto,
bajó la mirada sobre Zaqueo y sonrió. Entonces Zaqueo se subió sobre un
taburete y dijo: «Hombres de Jericó, ¡oídme! Tal vez sea yo publicano y
pecador, pero el gran Maestro ha venido a morar en mi casa; y antes de
que entre, yo os digo que donaré la mitad de mis bienes a los pobres, y a
partir de mañana, si algo he recolectado injustamente de algún hombre,
le devolveré cuatro veces tanto. Voy a buscar la salvación con todo mi
corazón y a aprender a hacer rectitud ante los ojos de Dios».
Cuando Zaqueo terminó de hablar, Jesús
dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, y tú te has vuelto en
verdad un hijo de Abraham». Volviéndose a la multitud congregada
alrededor de ellos, Jesús dijo: «No os sorprendáis por mis palabras ni
os ofendáis por lo que hacemos, porque yo he declarado desde el
principio que el Hijo del Hombre ha venido para buscar y salvar a aquel
que está perdido».
Se alojaron con Zaqueo esa noche. A la
mañana siguiente se levantaron y tomaron el camino de «la carretera de
los ladrones» a Betania camino de la Pascua en Jerusalén.