«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

sábado, 18 de enero de 2014

El anochecer del martes en el monte de los Olivos.


ESTE martes por la tarde, al pasar Jesús y los apóstoles por delante del templo camino del campamento de Getsemaní, Mateo, llamando la atención sobre la construcción del templo, dijo: «Maestro, observa qué edificios son éstos. Mira las piedras macizas y los bellos adornos; ¿es posible que estos edificios sean destruidos?» Mientras caminaban hacia el Oliveto, Jesús dijo: «Veis estas piedras y este templo masivo; de cierto, de cierto os digo: en los días que pronto llegarán no quedará piedra sobre piedra. Todas serán derribadas». Estas observaciones que ilustraban la destrucción del templo sagrado, estimularon la curiosidad de los apóstoles que caminaban detrás del Maestro; no podían concebir un evento, como no fuera el fin del mundo, que pudiera ocasionar la destrucción del templo.

Para evitar a las multitudes que pasaban a lo largo del valle de Cedrón hacia Getsemaní, Jesús y sus asociados decidieron trepar la pendiente occidental del Oliveto por una corta distancia y luego seguir un sendero que conducía a su campamento privado cerca de Getsemaní ubicado a corta distancia encima del campamento público. Mientras se volvían para abandonar el camino que conducía a Betania, vieron el templo, glorificado por los rayos del sol poniente; y al detenerse en el monte, vieron aparecer las luces de la ciudad y contemplaron la belleza del templo iluminado; y allí, bajo la suave luz de la luna llena, Jesús y los doce se sentaron. El Maestro conversaba con ellos, y de repente Natanael hizo esta pregunta: «Dinos Maestro, ¿cómo sabremos cuándo ocurrirán estos acontecimientos?»