En el curso de este día de compañerismo con Juan Marcos, Jesús pasó
bastante tiempo comparando sus experiencias de la niñez y de la
adolescencia. Aunque los padres de Juan poseían más bienes mundanos que
los que habían poseído los padres de Jesús, había mucho de similar en
sus experiencias juveniles. Jesús dijo muchas cosas que ayudaron a Juan a
comprender mejor a sus padres y a los otros integrantes de su familia.
Cuando el muchacho preguntó al Maestro cómo podía él saber que Juan se
volvería un «poderoso mensajero del reino», Jesús dijo:
«Sé que demostrarás tú lealtad al evangelio
del reino, porque puedo confiar en tu fe y amor presentes ya que estas
cualidades están cimentadas en una capacitación tan temprana como ha
sido la tuya en el hogar. Eres el producto de un hogar en el que los
padres se tienen afecto sincero, y por lo tanto no has sido amado en
exceso, como para que hubieras exaltado perjudicialmente el concepto de
tu autoimportancia. Tampoco ha sufrido distorsiones tu personalidad como
consecuencia de posibles maniobras sin amor de tus padres, el uno
contra el otro por ganar tu confianza y lealtad. Has disfrutado de ese
amor paterno que asegura una laudable autoconfianza y fomenta
sentimientos normales de seguridad. Pero también has sido afortunado, porque tus padres
poseían sabiduría a la vez que amor; fue su sabiduría la que los condujo
a negarte la mayoría de las formas de indulgencia y los muchos lujos
que puede comprar el dinero; te enviaron a la escuela de la sinagoga con
tus compañeros de juegos del barrio en el que vivías, y también te
alentaron a vivir en este mundo de modo tal que pudieras hacer una
experiencia original. Viniste al Jordán, donde nosotros predicábamos y
los discípulos de Juan bautizaban, con tu joven amigo Amós. Ambos
deseabais ir con nosotros; cuando regresasteis a Jerusalén, tus padres
consintieron; los padres de Amós se negaron; tanto amaban a su hijo que
le negaron la experiencia bendita que tú has tenido, aun la que estás
disfrutando hoy mismo. Amós podría haberse escapado de su casa para
unirse a nosotros, pero si lo hubiera hecho, habría herido el amor y
sacrificado la lealtad. Aun en el caso de que tal curso de acción fuera
sabio, habría pagado un precio terrible para ganar experiencia,
independencia y libertad. Padres sabios como los tuyos se aseguran de
que sus hijos no se vean obligados a herir el amor ni a sofocar la
lealtad para desarrollar su independencia y disfrutar de una libertad
vigorizante al llegar a tu edad.
«El amor, Juan, es la realidad suprema del
universo cuando proviene de seres totalmente sabios, pero puede ser un
rasgo peligroso y aun casi egoísta tal como se manifiesta en la
experiencia de los padres mortales. Cuando te cases y tengas tus hijos,
asegúrate de que tu amor sea controlado por la sabiduría y guiado por la
inteligencia.
«Tu joven amigo Amós cree en este evangelio
del reino tanto como tú, pero no puedo confiar plenamente en él; no
estoy seguro de lo que él hará en los años venideros. Su vida hogareña
temprana no fue del tipo que pueda producir una persona completamente
confiable. Amós se parece demasiado a uno de los apóstoles que no pudo
disfrutar de un adiestramiento hogareño normal, amante y sabio. Toda tu
vida futura será más feliz y confiable, porque pasaste tus primeros ocho
años en un hogar normal y bien regulado. Posees un carácter fuerte y
bien integrado, porque creciste en un hogar en el cual prevalecía el
amor y reinaba la sabiduría. Este tipo de adiestramiento durante la
infancia produce un tipo de lealtad que me da la certeza de que seguirás
el curso de acción que has comenzado».
Por más de una hora Jesús y Juan
continuaron esta conversación sobre la vida hogareña. El Maestro siguió
explicándole a Juan cómo un niño depende totalmente de sus padres y de
la asociada vida hogareña para formar sus primeros conceptos de todo lo
que sea intelectual, social, moral y aun espiritual, puesto que la
familia representa para el niño pequeño todo lo que él puede conocer de
primera intención en cuanto a las relaciones humanas o divinas. El niño
deriva sus primeras impresiones del universo, de los cuidados de su
madre; depende completamente del padre terrenal para sus primeras ideas
sobre el Padre celestial. La vida subsiguiente del niño será feliz o
infeliz, fácil o difícil, según haya sido su vida mental y emocional
temprana, condicionada por estas relaciones sociales y espirituales del
hogar. La vida entera de un ser humano está enormemente influida por lo
que sucede durante los primeros pocos años de su existencia.
Es nuestra creencia sincera que el
evangelio contenido en las enseñanzas de Jesús, fundado como lo está en
la relación padre-hijo, podrá difícilmente disfrutar de una aceptación
mundial hasta el momento en que la vida hogareña de los pueblos modernos
civilizados contenga más amor y más sabiduría. A pesar de que los
padres del siglo veinte posean gran conocimiento y mayor verdad para
mejorar el hogar y ennoblecer la vida hogareña, sigue siendo un hecho
que muy
pocos hogares modernos llegan a ser medios para la crianza de niños y
niñas, tan buenos como lo fuera el hogar de Jesús en Galilea y el de
Juan Marcos en Judea; sin embargo, la aceptación del evangelio de Jesús
dará como resultado una mejora inmediata de la vida hogareña. La vida
amorosa de un hogar sabio y la devoción leal de la verdadera religión
ejercen una profunda influencia recíproca. Tal vida hogareña eleva la
religión, y la religión genuina siempre glorifica el hogar.
Es verdad que muchas de las influencias
objetables y paralizantes y otras características obstaculizantes de
estos antiguos hogares judíos han sido virtualmente eliminadas de muchos
de los hogares modernos mejor regulados. Existe en efecto mayor
libertad espontánea y mucha más libertad personal, pero esa libertad no
está equilibrada por el amor, motivada por la lealtad, ni dirigida por
la disciplina inteligente de la sabiduría. Hasta tanto enseñemos al niño
a rezar, «Padre nuestro que estás en los cielos», recae sobre todos los
padres terrenales una tremenda responsabilidad, la de vivir y ordenar
sus hogares de manera tal que la palabra padre quede glorificada en la mente y en el corazón de todos los niños que están creciendo.