Desde el momento de su resurrección morontial
hasta la hora de su ascensión espiritual a lo alto, Jesús hizo
diecinueve apariciones separadas en forma visible a sus creyentes en la
tierra. No apareció ante sus enemigos ni tampoco ante los que no podían
hacer uso espiritual de su manifestación en forma visible. Su primera
aparición fue a las cinco mujeres junto al sepulcro; la segunda, a María
Magdalena, también junto al sepulcro.
La tercera aparición ocurrió alrededor del
mediodía de este domingo en Betania. Poco después del mediodía, el
hermano mayor de Jesús, Santiago, estaba de pie en el jardín de Lázaro
ante la tumba vacía del hermano resucitado de Marta y María,
reflexionando sobre la noticia que el mensajero de David les había
traído una hora antes. Santiago siempre tendió a creer en la misión de
su hermano mayor en la tierra, pero desde hacía mucho había perdido el
contacto con el trabajo de Jesús y se había dejado dominar por graves
incertidumbres sobre las afirmaciones posteriores de los apóstoles de
que Jesús era el Mesías. La familia entera estaba asombrada y
prácticamente confundida por la noticia traída por el mensajero. Aun al
estar Santiago de pie ante la tumba vacía de Lázaro, llegó María Magdalena para relatar a la
familia con gran emoción sus experiencias de las primeras horas de la
mañana junto a la tumba de José. Antes de que ella terminara, llegaron
David Zebedeo y la madre de él. Ruth, por supuesto, creyó en el informe,
como así también Judá, después de haber hablado con David y Salomé.
En el ínterin, mientras ellos buscaban a
Santiago y antes de que lo encontraran, y mientras él estaba allí en el
jardín cerca de la tumba, se apercibió de una presencia cercana, como si
alguien le hubiera tocado el hombro; y cuando se volvió para mirar,
contempló la aparición gradual de una forma extraña a su lado. Estaba
demasiado asombrado para poder hablar y demasiado asustado para huir.
Entonces, la extraña forma habló diciendo: «Santiago, he venido para
llamarte al servicio del reino. Reúnete sinceramente con tus hermanos y
sigue mis pasos». Cuando Santiago escuchó su nombre, supo que era su
hermano mayor, Jesús, quien así le había hablado. Todos tenían mayores o
menores dificultades en reconocer la forma morontial del Maestro, pero
pocos de ellos tenían problema alguno en reconocer su voz o en
identificar de otra manera su encantadora personalidad cuando él se
comunicaba con ellos.
Cuando Santiago percibió que Jesús le
estaba dirigiendo la palabra, quiso echarse a sus pies, exclamando:
«Padre mío y hermano mío», pero Jesús le dijo que se pusiera de pie
mientras él le hablaba. Caminaron por el jardín y conversaron casi tres
minutos; hablaron de las experiencias de días pasados y pronosticaron
los eventos del futuro cercano. Cuando se acercaron a la casa, Jesús
dijo: «Adiós, Santiago, hasta que os reciba a todos juntos».
Santiago entró corriendo a la casa,
mientras ellos lo buscaban en Betfagé, exclamando: «Acabo de ver a
Jesús, y de hablar con él; yo conversé con él. No está muerto; ¡ha
resucitado! Se desapareció de ante mí, diciendo, `Adiós, hasta que os
reciba a todos juntos'». Apenas acababa de hablar cuando retornó Judá, y
volvió a relatar la experiencia de encontrar a Jesús en el jardín, para
que la escuchara Judá. Todos ellos comenzaron a creer en la
resurrección de Jesús. Santiago anunció seguidamente que no volvería a
Galilea, y David exclamó: «Ya no sólo las emotivas mujeres lo ven; aún
hombres de corazón fuerte han empezado a verlo. Espero verlo yo
también».
David no tuvo que esperar mucho, porque la
cuarta aparición de Jesús ante una presencia mortal ocurrió poco antes
de las dos de la tarde en esta misma casa de Marta y María, cuando él
apareció visiblemente ante su familia terrenal y sus amigos, veinte en
total. El Maestro apareció junto a la puerta de atrás, que estaba
abierta, diciendo: «Que la paz sea con vosotros. Salutaciones para los
que estuvieron junto a mí en la carne, y hermandad para mis hermanas y
hermanos en el reino del cielo. ¿Cómo pudisteis dudar? ¿Por qué habéis
titubeado tanto antes de elegir seguir de todo corazón la luz de la
verdad? Venid, por tanto, todos vosotros a la hermandad del Espíritu de
la Verdad en el reino del Padre». Cuando ellos se recuperaron de la
primera impresión y del asombro y se le acercaron con la intención de
abrazarlo, él desapareció de su vista.
Todos querían correr a la ciudad para decir
a los apóstoles incrédulos lo que había ocurrido, pero Santiago los
detuvo. Tan sólo se le permitió a María Magdalena volver a la casa de
José. Santiago prohibió que ellos difundieran el hecho de esta visita
morontial, debido a ciertas cosas que Jesús le había dicho mientras
conversaba con él en el jardín. Pero Santiago nunca reveló nada más de
la conversación que tuvo con el Maestro resucitado este día en la casa
de Lázaro en Betania.