Durante tres años —hasta los diez años— asistió a la escuela elemental de la sinagoga de Nazaret. Durante estos tres años estudió los rudimentos del Libro de la Ley tal como se lo conoce en la lengua hebrea. Durante los siguientes tres años estudió en la escuela avanzada y memorizó, mediante el método de repetición en voz alta, las enseñanzas más profundas de la ley sagrada. Se graduó de esta escuela de la sinagoga a los trece años y los dirigentes de la sinagoga lo entregaron a sus padres como un educado «hijo de los mandamientos» —de ahí en adelante, un ciudadano responsable de la comunidad de Israel, con derecho de asistir a la Pascua en Jerusalén; por consiguiente ese año concurrió a su primera Pascua en compañía de su padre y su madre.
En Nazaret los estudiantes se sentaban en el piso formando un semicírculo, mientras que su maestro, el chazán, empleado de la sinagoga, se sentaba frente a ellos. Comenzaban con el Libro Levítico, y seguían con el estudio de los demás libros de la ley, el de los Profetas y el de los Salmos. La sinagoga de Nazaret poseía un ejemplar completo de las escrituras en hebreo. Hasta los doce años se estudiaban solamente las escrituras. En los meses de verano las horas escolares se reducían considerablemente.
Jesús se volvió muy pronto experto en hebreo, y cuando joven, si ningún visitante prominente se encontraba a la sazón en Nazaret, frecuentemente se le pedía a él que leyera las escrituras en hebreo a los creyentes reunidos en la sinagoga para los servicios regulares del sábado.
Por supuesto las escuelas de sinagoga no tenían libros de texto. El chazán enseñaba diciendo algo que los estudiantes repetían en coro. Cuando tenían acceso a los libros escritos de la ley, los estudiantes aprendían su lección leyendo en voz alta y por medio de la repetición constante.
Además de la educación escolar formal, Jesús comenzó a hacer contacto con la naturaleza humana proveniente de todos los rincones del mundo, porque por el taller de reparación de su padre pasaban viajeros provenientes de muchas tierras distintas. Más tarde cuando creció conversaba libremente con los integrantes de las caravanas que se detenían cerca a la fuente para descansar y comer. Puesto que hablaba muy bien el griego no tenía problemas de comunicación con la mayoría de los viajeros y conductores de las caravanas.
Nazaret era una estación de caravanas y una encrucijada de viajeros, la mayoría de la población era gentil; al mismo tiempo se la conocía como un centro de la interpretación liberal de la ley tradicional judía. En Galilea los judíos se mezclaban más libremente con los gentiles que en Judea. De entre todas las ciudades de Galilea, los judíos de Nazaret eran los más liberales en su interpretación de las restricciones sociales las cuales eran basadas en el temor de la contaminación como resultado del contacto con los gentiles. Y esta situación originó un dicho común en Jerusalén: «¿Qué puede salir de bueno de Nazaret?»
Jesús recibió su educación moral y cultura espiritual principalmente en su propio hogar. La mayor parte de su educación intelectual y teológica provino del chazán. Pero su verdadera educación —esa dote de mente y corazón que permite afrontar los difíciles problemas de la vida— la obtuvo mezclándose con sus semejantes. Esta asociación estrecha con sus semejantes jóvenes y viejos, judíos y gentiles, le ofreció la oportunidad de conocer a la raza humana. Jesús estaba altamente educado en el sentido de que comprendía completamente a los hombres y los amaba con devoción.
A lo largo de sus años en la sinagoga fue un estudiante brillante, con una gran ventaja puesto que hablaba tres idiomas. El chazán de Nazaret, en ocasión de la graduación de Jesús, comentó a José que temía que él mismo «había aprendido más con las preguntas penetrantes de Jesús» de lo que le había podido «enseñar al muchacho».
A lo largo de su curso de estudio Jesús aprendió mucho y derivó gran inspiración de los sermones regulares del sábado en la sinagoga. Se acostumbraba solicitar a los visitantes distinguidos que pasaban por Nazaret los sábados que hablaran a la congregación. Durante su juventud Jesús escuchó los puntos de vista de muchos de los grandes pensadores del entero mundo judío, algunos de los cuales no se podían considerar judíos ortodoxos, puesto que la sinagoga de Nazaret era un centro avanzado y liberal del pensamiento y la cultura hebreos.
Al ingresar a la escuela a los siete años (en ese tiempo los judíos acababan de inaugurar una ley de educación obligatoria), era habitual que los estudiantes seleccionaran su «texto de aniversario», una especie de regla de oro que los guiaría a lo largo de sus estudios, y sobre el cual frecuentemente se explayaban al tiempo de su graduación cuando cumplían trece años. El texto que seleccionó Jesús era del profeta Isaías: «El espíritu del Señor Dios está sobre mí, porque me ungió el Señor; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar la libertad a los cautivos, y a los presos espirituales apertura de la cárcel».
Nazaret era uno de los veinticuatro centros de sacerdotes de la nación hebrea. Pero los sacerdotes galileos eran más liberales en su interpretación de las leyes tradicionales que los escribas y rabinos judeos. En Nazaret eran también más liberales en cuanto a la observación del sábado. Era por consiguiente costumbre que José llevara a Jesús a caminar en las tardes del sábado, siendo una de sus caminatas favoritas el subir a la colina cerca de su casa, desde la cual podían contemplar una vista panorámica de toda Galilea. Al noroeste, en días despejados, veían el largo perfil del Monte Carmelo deslizándose hacia el mar; y muchas veces Jesús escuchó a su padre relatar la historia de Elías, uno de los primeros de la larga línea de profetas hebreos, quien criticó a Acab y puso al descubierto a los sacerdotes de Baal. Al norte se levantaba el Monte Hermón, con su pico nevado en majestuoso esplendor que monopolizaba el horizonte, mostrando casi 1.000 metros de las resplandecientes laderas cubiertas de nieve perpetua. Hacia el lejano este, podían discernir el valle del Jordán y más allá las rocosas colinas de Moab. Hacia el sur y el este, cuando el sol brillaba sobre sus muros de mármol, podían ver las ciudades grecorromanas de Decápolis, con sus anfiteatros y ostentosos templos, y cuando permanecían mirando la caída del sol, hacia el oeste podían distinguir los barcos de vela en el Mediterráneo distante.
Desde cuatro direcciones Jesús podía observar las caravanas que se encaminaban hacia Nazaret y desde Nazaret, y al sur veía la amplia y fértil llanura de Esdraelón, que se extendía hasta el Monte Gilboa y Samaria.
Cuando no trepaban a las alturas para embelesarse ante los distantes panoramas, caminaban por el campo y estudiaban la naturaleza en sus distintas manifestaciones según las estaciones. Las primeras enseñanzas recibidas por Jesús fuera del hogar tenían que ver con un contacto reverente y comprensivo con la naturaleza.
Antes de cumplir los ocho años, era conocido por todas las madres y las mujeres jóvenes de Nazaret, que lo encontraban y le hablaban junto al manantial próximo a su casa, que era uno de los centros sociales y de chismorreo de la ciudad entera. En este año Jesús aprendió a ordeñar la vaca de la familia y a cuidar de los demás animales. También aprendió en este año y el siguiente a hacer queso y a usar el telar. A los diez años era un experto tejedor. Aproximadamente en esta época Jesús y el muchacho vecino llamado Jacob se hicieron amigos de un ceramista que tenía un taller cerca del manantial; al observar los hábiles dedos de Natán que formaban la arcilla en la rueda, muchas veces ambos se prometieron especializarse en cerámica cuando crecieran. Natán quería mucho a los muchachos y a menudo les daba arcilla para que jugaran, tratando de estimular su imaginación creadora al sugerirles esfuerzos competitivos de modelación de varios objetos y animales.