«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

sábado, 16 de junio de 2012

La visita a Capernaum.

Al día siguiente envió Jesús a sus apóstoles a Caná, ya que todos ellos habían sido invitados a la boda de una prominente doncella de ese pueblo, mientras se preparaba a hacerle una breve visita a su madre en Capernaum, deteniéndose en Magdala para ver a su hermano Judá.
     
Antes de salir de Nazaret, los nuevos asociados de Jesús relataron a José y a otros miembros de la familia de Jesús los acontecimientos maravillosos del pasado entonces reciente y expresaron libremente su creencia de que Jesús era el libertador por tanto tiempo esperado. Los familiares de Jesús conversaron sobre estos relatos, y José dijo: «Tal vez, después de todo, tenía razón nuestra madre —tal vez nuestro extraño hermano sea el futuro rey».
      
Judá había estado presente en el bautismo de Jesús y, con su hermano Santiago, se había convencido totalmente de la misión de Jesús en la tierra. Aunque tanto Santiago como Judá estaban muy perplejos respecto a la naturaleza de la misión de su hermano, su madre había resucitado todas sus primeras esperanzas de que Jesús sería el Mesías, el hijo de David, y alentaba a sus hijos a que tuvieran fe en su hermano como el libertador de Israel.
      
Jesús llegó a Capernaum el lunes por la noche, pero no fue a su propia casa en la que habitaban Santiago y su madre; fue directamente a la casa de Zebedeo. Todos sus amigos de Capernaum advirtieron en él un gran cambio positivo. Nuevamente parecía estar relativamente contento y más parecido a como había sido en años anteriores, cuando vivía en Nazaret. Durante varios años, antes de su bautismo y de los períodos de retiro, justo antes y después, se había vuelto cada vez más serio y reservado. Ahora, les parecía a todos ellos que había vuelto a ser como era antes. Había en él un porte majestuoso y aspecto exaltado y parecía nuevamente despreocupado y alegre.
      
María rebozaba de esperanza. Preveía que la promesa de Gabriel estaba próxima a cumplirse. Esperaba que muy pronto toda Palestina se asustaría y se asombraría ante la revelación milagrosa de su hijo como rey sobrenatural de los judíos. Pero a las muchas preguntas de su madre, Santiago, Judá y Zebedeo, Jesús solamente replicaba sonriendo: «Es mejor que me quede aquí por algún tiempo; debo hacer la voluntad de mi Padre que está en el cielo».
      
Al día siguiente, martes, viajaron todos a Caná para asistir a la boda de Noemí, que tendría lugar el próximo día. A pesar de que Jesús les había advertido repetidamente que nada dijeran a nadie sobre su misión «hasta que llegara la hora del Padre», pero todos ellos divulgaron en secreto la nueva de que habían encontrado al Libertador. Todos ellos confiaban que Jesús inauguraría la asunción de su autoridad mesiánica en las próximas bodas de Caná, y que lo haría con gran poder y sublime grandeza. Recordaban lo que se les había relatado sobre los fenómenos ocurridos en ocasión de su bautismo, y creían que su rumbo futuro en la tierra estaría marcado por manifestaciones siempre crecientes de maravillas sobrenaturales y demostraciones milagrosas. Por consiguiente, toda la región se preparaba para reunirse en Caná para los esponsales de Noemí y Johab el hijo de Natán.
     
Hacía muchos años que María no estaba tan feliz. Viajó a Caná con el espíritu de la reina madre que se dispone a presenciar la coronación de su hijo. La familia y los amigos de Jesús no lo habían visto tan despreocupado y alegre, tan considerado y comprensivo de los deseos de sus asociados, tan enternecedoramente compasivo desde que tenía él trece años. Así pues susurraban entre ellos, en pequeños grupos, preguntándose qué sucedería. ¿Qué iba a hacer ahora esta extraña persona? ¿De qué manera anunciaría la gloria del reino venidero? Todos ellos estaban emocionados porque estarían presentes para contemplar la revelación del poder y la potencia del Dios de Israel.