«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

lunes, 1 de abril de 2013

El sábado por la noche en Capernaum.

Este mismo sábado por la noche, se reunió en la sinagoga de Capernaum un grupo de cincuenta ciudadanos sobresalientes para discutir la cuestión candente del momento: «¿Qué hemos de hacer con Jesús?» Hablaron y discutieron hasta después de la medianoche, pero no pudieron encontrar un terreno común para el acuerdo. Aparte de unas pocas personas que se inclinaban a creer que Jesús tal vez fuera el Mesías, al menos un santo varón, o tal vez un profeta, la asamblea estaba dividida en cuatro grupos casi iguales que sostenían, respectivamente, los siguientes puntos de vista sobre Jesús:

      
1. Que era un fanático religioso iluso e inocuo.
     
2. Que era un agitador peligroso y alevoso, capaz de incitar a la rebelión.
      
3. Que estaba aliado con los diablos, que podía aun ser un príncipe de los diablos.
     
4. Que estaba fuera de sí, que estaba loco, mentalmente desequilibrado.
     
Mucho se habló sobre el que Jesús predicaba doctrinas con efecto perturbador sobre la gente común; sus enemigos sostenían que sus enseñanzas no eran prácticas, que se correría el peligro de una desintegración total si todo el mundo decidiera esforzarse honestamente por vivir de acuerdo con sus ideas. Y los hombres de muchas generaciones subsiguientes han dicho las mismas cosas. Muchos hombres inteligentes y con buenas intenciones, aun en las edades más esclarecidas de estas revelaciones, sostienen que no se podría haber construido la civilización moderna sobre las enseñanzas de Jesús; y en parte tienen razón. Pero todos estos descreídos olvidan que se podría haber construido una civilización mucho mejor sobre sus enseñanzas, y que alguna vez así se hará. Este mundo no ha intentado nunca llevar a cabo seriamente y en gran escala las enseñanzas de Jesús, a pesar de los muchos intentos semientusiastas por seguir las doctrinas del así llamado cristianismo.