EL DÍA y medio que yació el cuerpo mortal de Jesús en la tumba de
José, el período entre su muerte en la cruz y su resurrección,
constituye un capítulo de la carrera terrenal de Micael del cual poco
sabemos. Podemos narrar la sepultura del Hijo del Hombre y poner en este
registro los acontecimientos asociados con su resurrección, pero no
podemos proporcionar mucha información de naturaleza auténtica sobre lo
que realmente ocurrió durante este período de aproximadamente treinta y
seis horas, desde las tres de la tarde del viernes hasta las tres de la
mañana del domingo. Este período de la carrera del Maestro comenzó poco
antes de que los soldados romanos lo bajaran de la cruz. Colgó de la
cruz aproximadamente una hora después de su muerte. Hubiera sido bajado
antes pero hubo demora en acabar con los dos bandidos.
Los líderes de los judíos habían planeado
que el cuerpo de Jesús fuera arrojado en las fosas abiertas de Gehena,
al sur de la ciudad; así se acostumbraba disponer de las víctimas de la
crucifixión. Si se hubiera cumplido este plan, el cuerpo del Maestro
habría estado expuesto a las bestias.
Mientras tanto, José de Arimatea,
acompañado de Nicodemo, había ido ante Pilato pidiendo que les fuera
entregado el cuerpo de Jesús para darle sepultura adecuada. No era
infrecuente que los amigos de los crucificados sobornaran a las
autoridades romanas para obtener el privilegio de disponer de los
restos. José fue ante Pilato con una gran suma de dinero, en caso de que
fuera necesario pagar por el permiso de trasladar el cuerpo de Jesús a
un sepulcro privado. Pero Pilato no quiso aceptar dinero por esto. En
cuanto oyó la solicitud, en seguida firmó la orden que autorizaba a José
a ir al Gólgota y tomar posesión inmediata y plena de los restos del
Maestro. Mientras tanto, habiendo amainado considerablemente la tormenta
de arena, un grupo de judíos que representaban al sanedrín fue al
Gólgota con el propósito de asegurarse de que el cadáver de Jesús fuera
arrojado junto con los de los bandidos a la fosa pública abierta.