La siguiente tarde, habiéndose reunido con
los doce apóstoles, los apóstoles de Juan y el grupo de mujeres
recientemente comisionado, Jesús dijo: «Podéis ver, vosotros mismos, que
la cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Oremos pues
todos al Señor de la cosecha para que nos envíe aún más trabajadores
para sus campos. Mientras yo permanezco aquí para reconfortar e instruir
a los instructores más jóvenes, enviaré a los mayores en grupos de dos
en dos para que puedan abarcar rápidamente toda Galilea predicando el
evangelio del reino mientras la situación continúe siendo propicia y
pacífica». Luego nombró los pares de apóstoles tal como deseaba que
salieran y éstos fueron: Andrés y Pedro, Santiago y Juan Zebedeo, Felipe
y Natanael, Tomás y Mateo, Jacobo y Judas Alfeo, Simón el Zelote y
Judas Iscariote.
Jesús estableció la fecha en que se
encontraría con los doce en Nazaret y al despedirse, dijo: «En esta
misión, no vayáis a ninguna de las ciudades de los gentiles, ni tampoco a
Samaria, pero id adonde están las ovejas descarriadas de la casa de
Israel. Predicad el evangelio del reino y proclamad la verdad salvadora
de que el hombre es hijo de Dios. Recordad que el discípulo no está por
encima de su maestro ni el siervo es superior a su amo. Basta con que el
discípulo sea igual a su maestro y el siervo llegue a ser como su amo.
Si alguien se ha atrevido a llamar al amo de la casa asociado de
Beelzebú, ¡cuánto más considerarán así a los de su casa!
Pero no debéis temer de estos enemigos
incrédulos. Os declaro que nada de lo que está cubierto dejará de ser
revelado; no hay nada oculto que no se conocerá. Lo que os he enseñado
privadamente, predicadlo abiertamente con sabiduría. Lo que os he
revelado dentro de la casa, proclamadlo desde los tejados cuando llegue
la ocasión. Y yo os digo, amigos y discípulos míos, no temáis a los que
pueden matar el cuerpo pero no son capaces de destruir el alma; colocad
vuestra confianza en Aquel que puede sostener el cuerpo y salvar el
alma.
«¿Acaso no se venden dos gorriones por un
céntimo? Sin embargo yo os declaro que ninguno de ellos está olvidado en
los ojos de Dios. ¿Acaso no sabéis que hasta los cabellos de vuestra
cabeza están contados? No temáis pues; vosotros sois de más valor que
muchos gorriones. No os avergoncéis de mi enseñanza; salid proclamando
paz y buena voluntad, pero no os engañéis —la paz no siempre acompañará
vuestra predicación. He venido para traer paz a la tierra, pero cuando
los hombres rechazan mi don, se producen divisiones y alborotos. Cuando
todos los de una familia reciben el evangelio del reino, en verdad la
paz habita en esa casa; pero cuando alguno de la familia entra en el
reino y otros rechazan el evangelio, esa división tan sólo puede
producir pesadumbre y tristeza. Laborad intensamente para salvar a toda
la familia para que no se vuelvan los enemigos de un hombre los de su
propia casa. Pero cuando hayáis hecho todo lo posible para todos los de
cada familia, yo os declaro que el que ame al padre o a la madre más que
este evangelio no es digno del reino».
Cuando los doce escucharon estas palabras,
se prepararon para partir. No volvieron a verse hasta el momento en que
concurrieron a Nazaret para reunirse con Jesús y con los otros
discípulos, tal como el Maestro lo había dispuesto.