Cierto anochecer Simón el Zelote, comentando sobre una de las
declaraciones de Jesús, dijo: «Maestro, ¿qué significaste hoy cuando
dijiste que muchos de los hijos del mundo son más sabios en su
generación que los hijos del reino puesto que tienen la habilidad de
hacer amistad con el mammón de la perversidad?» Jesús respondió:
«Algunos entre vosotros, antes de entrar al
reino, erais muy astutos al tratar con vuestros asociados de negocios.
Si erais injustos y a menudo faltos de rectitud, al mismo tiempo erais
prudentes y teníais visión en cuanto realizabais vuestros negocios con
el ojo puesto únicamente en vuestra ganancia presente y vuestra
seguridad futura. ¿Acaso no deberíais de la misma manera ordenar vuestra
vida en el reino, para proporcionar vuestra felicidad presente
asegurándoos al mismo tiempo el disfrute futuro de los tesoros
acumulados en el cielo? Si erais tan diligentes en acumular ganancias
cuando trabajabais para vosotros mismos, ¿por qué mostrar menos
diligencia en ganar almas para el reino ahora que sois siervos de la
hermandad del hombre y mayordomos de Dios?
«Podéis todos vosotros aprender una lección
si escucháis la historia de cierto rico que tenía un mayordomo astuto
pero injusto. Este mayordomo no sólo agobiaba a los clientes de su amo
para su propia ganancia egoísta, sino que también había malgastado y
derrochado directamente los fondos de su amo. Cuando esto finalmente
llegó a oídos de su amo, éste llamó al mayordomo ante su presencia y le
preguntó el significado de estos rumores y requirió que le rindiera
cuenta inmediatamente de su trabajo y se preparara para transferir su
mayordomía a otro mayordomo.
«Ahora bien, este mayordomo infiel dijo
para sí: `¿Qué haré? Porque estoy a punto de perder mi mayordomía. Para
cavar, me falta fuerza; para mendicar, me da vergüenza. Ya sé lo que
haré para asegurarme de que, cuando me quiten mi mayordomía, me reciban
en sus casas todos los que hacen negocios con mi amo'.
Luego, llamando a cada uno de los deudores de su
amo, dijo al primero: `¿Cuánto debes a mi amo?' Éste respondió: `Cien
medidas de aceite'. Entonces dijo el mayordomo: `toma la tabla de cera
de tu cuenta, siéntate pronto, y cámbiala a cincuenta'. Después dijo a
otro deudor: `¿Cuánto debes tú?' Y éste replicó: `cien medidas de
trigo'. Entonces dijo el mayordomo: `toma tu cuenta y escribe ochenta'.
Esto hizo pues con numerosos otros deudores. Así, este mayordomo
deshonesto trataba de hacer amigos para su beneficio para cuando le
quitaran la mayordomía. Aun su señor y amo, cuando posteriormente
descubrió esto, se vio obligado a admitir que su mayordomo infiel había
demostrado por lo menos sagacidad en la forma en que disponía las cosas
para sus días futuros de necesidad y adversidad.
«De esta manera pues, los hijos de este
mundo muestran a veces más sabiduría en su preparación para el futuro
que los hijos de la luz. A vosotros que profesáis adquirir tesoros en el
cielo, yo os digo: Aprended de los que hacen amistad con el mammón, las
riquezas de la perversidad, y del mismo modo conducid vuestra vida para
entablar amistad eterna con las fuerzas de la rectitud para que, cuando
todas las cosas terrenales fallen, podáis ser recibidos jubilosamente
en las moradas eternas.
«Yo afirmo que el que es fiel en lo pequeño
también será fiel en lo mucho, mientras que el que es injusto en lo
pequeño, también lo será en lo mucho. Si no habéis demostrado visión e
integridad en los negocios de este mundo, ¿cómo podéis esperar ser
fieles y prudentes cuando se os confíe la mayordomía de las verdaderas
riquezas del reino celestial? Si no sois buenos mayordomos y banqueros
fieles, si no habéis sido fieles en lo que es de otro, ¿quién puede ser
tan necio como para daros un gran tesoro para que lo tengáis en vuestro
propio nombre?
«Nuevamente os declaro que ningún hombre
puede servir a dos señores; o bien odiará a uno y amará al otro, o bien
respetará a uno mientras desprecia al otro. No podéis servir a Dios y a
mammón».
Cuando los fariseos que estaban presentes
escucharon esto, comenzaron a burlarse y reírse, puesto que amaban
adquirir riquezas. Estos oyentes hostiles trataron de atrapar a Jesús en
disputas poco provechosas, pero él se negó a debatir con sus enemigos.
Cuando los fariseos empezaron a reñir entre ellos, sus voces altas
atrajeron gran número de los que acampaban en los alrededores; y cuando
estos a su vez comenzaron a discutir entre ellos, Jesús se retiró, yendo
a su tienda para pasar la noche.