Durante la mañana del lunes 13 de marzo,
Jesús y sus doce apóstoles se despidieron finalmente del campamento de
Pella, partiendo hacia el sur en su gira de las ciudades del sur de
Perea, donde trabajaban los asociados de Abner. Pasaron más de dos
semanas visitando a los setenta y luego fueron directamente a Jerusalén
para la Pascua.
Cuando el Maestro salió de Pella, los
discípulos acampados con los apóstoles, que contaban unos mil, los
siguieron. Aproximadamente la mitad de este grupo lo abandonó en el vado
del Jordán junto al camino a Jericó cuando se enteraron de que él iba a
Hesbón, y después de que él había predicado el sermón sobre «el
calcular los gastos». Se dirigieron a Jerusalén, mientras que la otra
mitad lo siguió por dos semanas, visitando las ciudades del sur de
Perea.
En general, la mayoría de los seguidores
inmediatos de Jesús comprendía que el campamento de Pella había sido
abandonado, pero en realidad pensaban que esto indicaba que su Maestro
por fin tenía la intención de ir a Jerusalén y reclamar el trono de
David. Una amplia mayoría de sus seguidores nunca pudo captar ningún
otro concepto del reino del cielo; sea lo que fuere lo que él les
enseñara, no querían desprenderse de la idea judía del reino.
Siguiendo las instrucciones del apóstol
Andrés, David Zebedeo cerró el campamento para peregrinos en Pella el
miércoles 15 de marzo. En ese entonces había unos cuatro mil peregrinos
residiendo allí, sin incluir a las más de mil personas que vivían con los apóstoles en lo que se conocía
como el campamento de los maestros, y que fueron al sur con Jesús y los
doce. Aunque a regañadientes, David vendió todo el equipo a numerosos
compradores y procedió con los fondos a Jerusalén, habiendo entregado
posteriormente el dinero a Judas Iscariote.
David estaba presente en Jerusalén durante
la última semana trágica, y se llevó a su madre de vuelta a Betsaida
después de la crucifixión. Mientras esperaba a Jesús y a los apóstoles,
David se detuvo para visitar a Lázaro en Betania y se agitó enormemente
al ver cómo los fariseos lo perseguían y lo atribulaban desde su
resurrección. Andrés había instruido a David que descontinuara el
servicio de mensajería; todos interpretaron esto como una indicación del
pronto establecimiento del reino en Jerusalén. David se encontró sin
trabajo, y había prácticamente decidido volverse el defensor
autonombrado de Lázaro, cuando finalmente este objeto de su solicitud
indignada huyó apresuradamente a Filadelfia. Por lo tanto, poco tiempo
después de la resurrección y también después de la muerte de su madre,
David se fue a Filadelfia, no sin antes ayudar a Marta y María en
disponer de sus bienes; allí, en asociación con Abner y Lázaro, pasó el
resto de su vida, volviéndose el supervisor financiero de todos aquellos
grandes intereses del reino que tuvieron su centro en Filadelfia
durante la vida de Abner.
Dentro de un corto período después de la destrucción de Jerusalén, Antioquía se tornó el centro del cristianismo paulino, mientras que Filadelfia siguió siendo el centro del reino del cielo abneriano.
De Antioquía, la versión paulina de las enseñanzas de Jesús y sobre
Jesús se difundió a todo el mundo occidental; desde Filadelfia los
misioneros de la versión abneriana del reino del cielo se desparramaron
por toda Mesopotamia y Arabia hasta que más adelante estos emisarios
inflexibles de las enseñanzas de Jesús, fueron sobrecogidos por la
emergencia súbita del islam.