«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

sábado, 21 de septiembre de 2013

La partida de Pella.

Durante la mañana del lunes 13 de marzo, Jesús y sus doce apóstoles se despidieron finalmente del campamento de Pella, partiendo hacia el sur en su gira de las ciudades del sur de Perea, donde trabajaban los asociados de Abner. Pasaron más de dos semanas visitando a los setenta y luego fueron directamente a Jerusalén para la Pascua.
     

Cuando el Maestro salió de Pella, los discípulos acampados con los apóstoles, que contaban unos mil, los siguieron. Aproximadamente la mitad de este grupo lo abandonó en el vado del Jordán junto al camino a Jericó cuando se enteraron de que él iba a Hesbón, y después de que él había predicado el sermón sobre «el calcular los gastos». Se dirigieron a Jerusalén, mientras que la otra mitad lo siguió por dos semanas, visitando las ciudades del sur de Perea.
     
En general, la mayoría de los seguidores inmediatos de Jesús comprendía que el campamento de Pella había sido abandonado, pero en realidad pensaban que esto indicaba que su Maestro por fin tenía la intención de ir a Jerusalén y reclamar el trono de David. Una amplia mayoría de sus seguidores nunca pudo captar ningún otro concepto del reino del cielo; sea lo que fuere lo que él les enseñara, no querían desprenderse de la idea judía del reino.
     
Siguiendo las instrucciones del apóstol Andrés, David Zebedeo cerró el campamento para peregrinos en Pella el miércoles 15 de marzo. En ese entonces había unos cuatro mil peregrinos residiendo allí, sin incluir a las más de mil personas que vivían con los apóstoles en lo que se conocía como el campamento de los maestros, y que fueron al sur con Jesús y los doce. Aunque a regañadientes, David vendió todo el equipo a numerosos compradores y procedió con los fondos a Jerusalén, habiendo entregado posteriormente el dinero a Judas Iscariote.
     
David estaba presente en Jerusalén durante la última semana trágica, y se llevó a su madre de vuelta a Betsaida después de la crucifixión. Mientras esperaba a Jesús y a los apóstoles, David se detuvo para visitar a Lázaro en Betania y se agitó enormemente al ver cómo los fariseos lo perseguían y lo atribulaban desde su resurrección. Andrés había instruido a David que descontinuara el servicio de mensajería; todos interpretaron esto como una indicación del pronto establecimiento del reino en Jerusalén. David se encontró sin trabajo, y había prácticamente decidido volverse el defensor autonombrado de Lázaro, cuando finalmente este objeto de su solicitud indignada huyó apresuradamente a Filadelfia. Por lo tanto, poco tiempo después de la resurrección y también después de la muerte de su madre, David se fue a Filadelfia, no sin antes ayudar a Marta y María en disponer de sus bienes; allí, en asociación con Abner y Lázaro, pasó el resto de su vida, volviéndose el supervisor financiero de todos aquellos grandes intereses del reino que tuvieron su centro en Filadelfia durante la vida de Abner.
      
Dentro de un corto período después de la destrucción de Jerusalén, Antioquía se tornó el centro del cristianismo paulino, mientras que Filadelfia siguió siendo el centro del reino del cielo abneriano. De Antioquía, la versión paulina de las enseñanzas de Jesús y sobre Jesús se difundió a todo el mundo occidental; desde Filadelfia los misioneros de la versión abneriana del reino del cielo se desparramaron por toda Mesopotamia y Arabia hasta que más adelante estos emisarios inflexibles de las enseñanzas de Jesús, fueron sobrecogidos por la emergencia súbita del islam.