Jesús nunca ofreció una definición precisa
del reino. En cierto momento hablaba de una fase del reino, en otro
momento conversaba de un aspecto diferente de la hermandad del reino de
Dios en el corazón de los hombres. En el curso de este sermón del sábado
por la tarde Jesús mencionó no menos de cinco fases, o épocas, del
reino, y éstas fueron:
1.
Como parte de la vida espiritual, la experiencia personal e interior de la comunidad del creyente individual con Dios el Padre.
2.
La hermandad en crecimiento de los creyentes del evangelio, los aspectos
sociales de moral más elevada y de ética más noble que resultan del
reinado del espíritu de Dios en el corazón de los creyentes
individuales.
3.
La hermandad supermortal de los seres espirituales invisibles que
prevalece en la tierra y en el cielo, el reino sobrehumano de Dios.
4. La perspectiva de una satisfacción más
completa de la voluntad de Dios, el avance hacia el amanecer de un nuevo
orden social en relación con un vivir espiritual mejorado —la próxima
etapa del hombre.
5.
El reino en su plenitud, la era espiritual futura de luz y vida en la tierra.
Por lo tanto, es necesario siempre que
examinemos las enseñanzas del Maestro, para determinar a cuál de estas
cinco fases puede estar haciendo referencia cuando usa el término reino
del cielo. Mediante este proceso de modificación gradual de la voluntad
del hombre, que a su vez afecta las decisiones humanas, Micael y sus
asociados de igual modo gradual pero certero están cambiando el entero
curso de la evolución humana, tanto social como en otros aspectos.
En esta ocasión, el Maestro hizo hincapié
sobre los siguientes cinco puntos como representación de las
características cardinales del evangelio del reino:
1.
La preeminencia del individuo.
2.
La voluntad como factor determinante en la experiencia del hombre.
3.
La comunidad espiritual con Dios el Padre.
4.
Las satisfacciones supremas del servicio amoroso del hombre.
5.
La trascendencia en la personalidad humana de lo espiritual sobre lo material.
Este mundo no ha probado nunca seria,
sincera u honestamente estas ideas dinámicas, estos ideales divinos de
la doctrina de Jesús del reino del cielo. Pero no debéis desalentaros
por el progreso aparentemente lento de la idea del reino en Urantia.
Recordad que el orden de la evolución progresiva está sujeto a
periódicos cambios repentinos e inesperados tanto en el mundo material
como en el mundo espiritual. El autootorgamiento de Jesús como Hijo
encarnado fue precisamente un acontecimiento extraño e inesperado de esa
naturaleza en la vida espiritual del mundo. No cometáis tampoco el
error fatal, al buscar la manifestación del reino en la era, de no
ocuparos de establecerlo en vuestra alma.
Aunque Jesús atribuyó una fase del reino
al futuro y, en numerosas ocasiones, sugirió que dicho evento podría
aparecer como parte de una crisis mundial; y aunque también con
certidumbre, en varias ocasiones, prometió definitivamente que algún día
retornaría a Urantia, es necesario aclarar que nunca vinculó
positivamente estas dos ideas entre sí. Prometió una nueva revelación
del reino sobre la tierra en algún tiempo futuro; también prometió que
alguna vez volvería en persona a este mundo; pero no dijo que los dos
acontecimientos fueran sinónimos. Por todo lo que sabemos, estas
promesas pueden referirse al mismo acontecimiento, o no.
Sus apóstoles y discípulos vincularon con
certeza estas dos enseñanzas. Cuando el reino no se materializó tal como
ellos habían esperado, recordando la enseñanza del Maestro sobre un
reino futuro y recordando su promesa de volver, llegaron a la conclusión
de que estas promesas se referían a un acontecimiento idéntico; por lo
tanto vivieron en la esperanza de un segundo advenimiento inmediato con
el fin de establecer el reino en su plenitud y con
poder y gloria. Así también han vivido generaciones sucesivas de
creyentes en la tierra con la misma esperanza inspiradora pero
desalentadora.