«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Las enseñanzas de Jesús sobre el Reino.

Jesús nunca ofreció una definición precisa del reino. En cierto momento hablaba de una fase del reino, en otro momento conversaba de un aspecto diferente de la hermandad del reino de Dios en el corazón de los hombres. En el curso de este sermón del sábado por la tarde Jesús mencionó no menos de cinco fases, o épocas, del reino, y éstas fueron:
     
1. Como parte de la vida espiritual, la experiencia personal e interior de la comunidad del creyente individual con Dios el Padre.
      
2. La hermandad en crecimiento de los creyentes del evangelio, los aspectos sociales de moral más elevada y de ética más noble que resultan del reinado del espíritu de Dios en el corazón de los creyentes individuales.
     
3. La hermandad supermortal de los seres espirituales invisibles que prevalece en la tierra y en el cielo, el reino sobrehumano de Dios.
     
4. La perspectiva de una satisfacción más completa de la voluntad de Dios, el avance hacia el amanecer de un nuevo orden social en relación con un vivir espiritual mejorado —la próxima etapa del hombre.
     
5. El reino en su plenitud, la era espiritual futura de luz y vida en la tierra.
     
Por lo tanto, es necesario siempre que examinemos las enseñanzas del Maestro, para determinar a cuál de estas cinco fases puede estar haciendo referencia cuando usa el término reino del cielo. Mediante este proceso de modificación gradual de la voluntad del hombre, que a su vez afecta las decisiones humanas, Micael y sus asociados de igual modo gradual pero certero están cambiando el entero curso de la evolución humana, tanto social como en otros aspectos.
      
En esta ocasión, el Maestro hizo hincapié sobre los siguientes cinco puntos como representación de las características cardinales del evangelio del reino:
     
1. La preeminencia del individuo.
      
2. La voluntad como factor determinante en la experiencia del hombre.
     
3. La comunidad espiritual con Dios el Padre.
     
4. Las satisfacciones supremas del servicio amoroso del hombre.
     
5. La trascendencia en la personalidad humana de lo espiritual sobre lo material.
      
Este mundo no ha probado nunca seria, sincera u honestamente estas ideas dinámicas, estos ideales divinos de la doctrina de Jesús del reino del cielo. Pero no debéis desalentaros por el progreso aparentemente lento de la idea del reino en Urantia. Recordad que el orden de la evolución progresiva está sujeto a periódicos cambios repentinos e inesperados tanto en el mundo material como en el mundo espiritual. El autootorgamiento de Jesús como Hijo encarnado fue precisamente un acontecimiento extraño e inesperado de esa naturaleza en la vida espiritual del mundo. No cometáis tampoco el error fatal, al buscar la manifestación del reino en la era, de no ocuparos de establecerlo en vuestra alma.
      
Aunque Jesús atribuyó una fase del reino al futuro y, en numerosas ocasiones, sugirió que dicho evento podría aparecer como parte de una crisis mundial; y aunque también con certidumbre, en varias ocasiones, prometió definitivamente que algún día retornaría a Urantia, es necesario aclarar que nunca vinculó positivamente estas dos ideas entre sí. Prometió una nueva revelación del reino sobre la tierra en algún tiempo futuro; también prometió que alguna vez volvería en persona a este mundo; pero no dijo que los dos acontecimientos fueran sinónimos. Por todo lo que sabemos, estas promesas pueden referirse al mismo acontecimiento, o no.
     
Sus apóstoles y discípulos vincularon con certeza estas dos enseñanzas. Cuando el reino no se materializó tal como ellos habían esperado, recordando la enseñanza del Maestro sobre un reino futuro y recordando su promesa de volver, llegaron a la conclusión de que estas promesas se referían a un acontecimiento idéntico; por lo tanto vivieron en la esperanza de un segundo advenimiento inmediato con el fin de establecer el reino en su plenitud y con poder y gloria. Así también han vivido generaciones sucesivas de creyentes en la tierra con la misma esperanza inspiradora pero desalentadora.