Este domingo por la mañana, en el hermoso
jardín de Simón, el Maestro llamó a su alrededor a sus doce apóstoles y
les impartió sus instrucciones finales de preparación antes de entrar a
Jerusalén. Les dijo que él probablemente pronunciaría varios discursos y
enseñaría muchas lecciones antes de volver al Padre, pero exhortó a los
apóstoles que no realizaran obra pública durante la estadía de Pascua
en Jerusalén. Les instruyó que permanecieran cerca de él y que
«vigilaran y oraran». Jesús sabía que muchos de sus apóstoles y
seguidores inmediatos ceñían espadas bajo el manto aun en ese momento,
pero no se refirió en nada a este hecho.
Estas instrucciones matutinas comprendieron
un breve repaso del ministerio de ellos desde el día de su ordenación
cerca de Capernaum hasta este día en que se preparaban para entrar a
Jerusalén. Los apóstoles escucharon en silencio, sin hacer preguntas.
Esa mañana temprano David Zebedeo entregó a
Judas los fondos obtenidos de la venta del equipo del campamento de
Pella, y Judas a su vez colocó la mayor parte de este dinero en las
manos de Simón, su anfitrión, para que lo custodiara en anticipación de
las exigencias de dinero cuando fueran a Jerusalén.
Después de la conferencia con los
apóstoles, Jesús conversó con Lázaro y lo amonesto a que no sacrificara
su vida al espíritu vengativo del sanedrín. Por obedecer esta admonición
Lázaro, pocos días después, huyó a Filadelfia, cuando los oficiales del
sanedrín enviaron varios hombres para que lo arrestaran.
En cierto modo, todos los seguidores de
Jesús tenían la sensación de una crisis inminente, pero no se percataron
plenamente la seriedad de la situación, debido al tono inusitadamente
alegre y al excepcional buen humor del Maestro.