Y la gente habló al unísono, diciendo: «El primero». Entonces dijo Jesús: «Aun así, ahora os digo que los publicanos y las rameras, aunque parezcan rechazar el llamado al arrepentimiento, verán el error en su estilo de vida e irán antes que vosotros al reino de Dios, que tanto pretendéis servir al Padre en el cielo y al mismo tiempo os negáis a hacer las obras del Padre. No fuisteis vosotros, fariseos y escribas, los creyentes de Juan sino más bien los publicanos y los pecadores; tampoco creéis vosotros en mis enseñanzas, pero la gente común escucha con deleite mis palabras».
Jesús no despreciaba personalmente a los
fariseos y saduceos. Era su sistema de enseñanzas y sus prácticas los
que él trataba de desacreditar. No mostraba hostilidad contra ningún
hombre, pero se estaba desencadenando aquí el choque inevitable entre
una religión del espíritu, nueva y viva, y la religión más antigua de la
ceremonia, la tradición y la autoridad.Durante todo este tiempo, los doce apóstoles permanecieron cerca del Maestro, pero no participaron de ninguna manera en estas transacciones. Cada uno de los doce reaccionó en su forma peculiar a los acontecimientos de estos últimos días del ministerio de Jesús en la carne, y cada uno del mismo modo permaneció obediente a la admonición del Maestro de no enseñar ni predicar públicamente durante esta semana de Pascua.
