Abner había dispuesto que el Maestro enseñara
en la sinagoga este día sábado; era ésta la primera vez que Jesús
entraba en una sinagoga desde que todas se habían cerrado a sus
enseñanzas por orden del sanedrín. Al final del servicio, Jesús bajó la
mirada sobre la gente que estaba ante él y contempló a una mujer anciana
de expresión triste y cuerpo encorvado. Hacía mucho tiempo que el temor
dominaba a esta mujer, y todo regocijo había desaparecido
de su vida. Al bajar Jesús del púlpito, se le acercó y, tocando el
hombro de su forma encorvada, dijo: «Mujer, si tan sólo creyeras, te
liberarías completamente de tu espíritu de debilidad». Esta mujer,
vencida y encorvada por las depresiones del temor durante más de
dieciocho años, creyó las palabras del Maestro y por la fe se irguió
inmediatamente. Cuando esta mujer se dio cuenta de que estaba erguida,
levantó la voz glorificando a Dios.
Aunque la aflicción de esta mujer era
totalmente mental, siendo su espalda encorvada el resultado de su mente
deprimida, la gente pensó que Jesús había curado un verdadero trastorno
físico. Si bien la congregación de la sinagoga en Filadelfia mostraba
sentimientos cordiales hacia las enseñanzas de Jesús, el rector
principal de la sinagoga era un fariseo poco amistoso. Al compartir la
opinión de la congregación de que Jesús acababa de curar un trastorno
físico, se indignó porque Jesús tenía la presunción de hacer tal cosa el
día sábado, y poniéndose de pie ante la congregación, dijo: «¿Acaso no
hay seis días en los que los hombres han de hacer todo su trabajo? Venid
pues durante esos días de trabajo y sed curados, pero no el día
sábado».
Cuando así habló este rector hostil, Jesús
volvió al púlpito y dijo: «Por qué jugar el papel de los hipócritas?
¿Acaso no saca cada uno de vosotros al buey de su establo y lo conduce a
que tome agua el día sábado? Si ese servicio es permisible el día
sábado, ¿por qué no puede esta mujer, hija de Abraham, doblegada por su
mal durante estos dieciocho años, liberarse de esta esclavitud y ser
conducida a compartir del agua de la libertad y de la vida, aunque sea
sábado?» Mientras la mujer continuaba glorificando a Dios, su crítico se
avergonzó, y la congregación se regocijó con ella de que había sido
curada.
Como resultado de criticar así en público a
Jesús este sábado, el rector principal de la sinagoga fue depuesto, y
reemplazado por un seguidor de Jesús.
Jesús frecuentemente liberaba a estas
víctimas del temor de su debilidad de espíritu, de su depresión mental y
de la esclavitud del temor. Pero la gente consideraba todas estas
aflicciones como verdaderas enfermedades físicas o consecuencias de la
posesión de las víctimas por los espíritus malignos.
Jesús enseñó nuevamente en la sinagoga el
domingo, y Abner bautizó muchos al mediodía de ese día en el río que
fluía al sur de la ciudad. Al día siguiente, Jesús y los diez apóstoles
hubieran empezado el viaje de vuelta al campamento de Pella, de no ser
por la llegada de uno de los mensajeros de David, quien trajo un mensaje
urgente a Jesús de sus amigos en Betania, cerca de Jerusalén.