Camino de Betania a Pella los apóstoles hicieron muchas preguntas a
Jesús, todas las cuales el Maestro respondió libremente excepto las que
se referían a detalles de la resurrección de los muertos. Estos
problemas estaban más allá de la capacidad de comprensión de sus
apóstoles; por lo tanto, el Maestro se negó a hablar de estos asuntos
con ellos. Puesto que partieron de Betania en secreto, estaban solos.
Jesús, por consiguiente, aprovechó la oportunidad para decir a los diez
muchas cosas que pensaba los prepararían para los difíciles días que se
avecinaban.
Las mentes de los apóstoles estaban
perturbadas y pasaron mucho tiempo discutiendo sus experiencias
recientes en relación con la oración y la respuesta a la oración. Todos
recordaban la declaración de Jesús al mensajero de Betania en
Filadelfia, cuando dijo claramente: «Esta enfermedad no es en realidad
para muerte». Sin embargo, a pesar de esta promesa, Lázaro realmente
murió. Todo ese día, una y otra vez, volvieron a hablar de esta cuestión
de la respuesta a la oración.
La respuesta de Jesús a sus muchas preguntas puede ser resumida como sigue:
1.
La oración es la expresión de la mente finita en su esfuerzo por
acercarse al Infinito. Por lo tanto el acto de orar debe estar limitado
por el conocimiento, la sabiduría y los atributos de lo finito; del
mismo modo, la respuesta debe condicionarse por la visión, los fines,
los ideales y las prerrogativas del Infinito. No puede nunca observarse
una continuidad ininterrumpida de fenómenos materiales entre el acto de
orar y la recepción de la plena respuesta espiritual.
2.
Cuando una oración aparentemente no recibe respuesta, esta demora
frecuentemente representa una respuesta mejor, aunque, por alguna razón
valedera, es largamente demorada. Cuando Jesús dijo que la enfermedad de
Lázaro no era realmente para la muerte, éste ya había muerto hacía once
horas. No se niega la respuesta a ninguna oración sincera, excepto
cuando el punto de vista superior del mundo espiritual ha encontrado una
respuesta mejor, una respuesta que satisface la solicitud del espíritu
del hombre en contraste con la oración de la mera mente humana.
3.
Las oraciones temporales, cuando son iniciadas por el espíritu y
expresadas en la fe, son a menudo tan vastas y tanto abarcan que tan
sólo pueden ser contestadas en la eternidad; la solicitud finita está a
veces tan llena del alcance de lo Infinito, que la respuesta ha de
aguardar largamente, hasta tanto se haya creado una capacidad adecuada
de receptividad; la oración de fe puede llegar a ser tan completa que
tan sólo se podrá recibir su respuesta en el Paraíso.
4. Las respuestas a la oración de la mente
mortal son frecuentemente de naturaleza tal que pueden ser recibidas y
reconocidas sólo después de que esa misma mente oradora haya alcanzado
el estado inmortal. Muchas veces la oración de un ser material puede ser
respondida tan sólo cuando ese ser haya progresado al nivel del
espíritu.
5.
La ignorancia puede distorsionar y la superstición deformar tanto la
oración de una persona que conoce a Dios que la respuesta a ésa sea
altamente indeseable. En estos casos los seres espirituales que
intervienen tienen que traducir de tal manera esa oración que la
respuesta, cuando llega, no puede ser reconocida por el suplicante como
respuesta a su oración.
6.
Todas las oraciones verdaderas son dirigidas a los seres espirituales, y
todas estas solicitudes deben ser respondidas en términos espirituales,
y todas estas respuestas deben consistir en realidades espirituales.
Los seres espirituales no pueden otorgar respuestas materiales a las
solicitudes espirituales, ni siquiera a las de los seres materiales. Los seres materiales pueden orar eficazmente sólo cuando «oran en el espíritu».
7. Ninguna oración puede esperar una
respuesta a menos que haya nacido del espíritu y haya sido alimentada
por la fe. Vuestra fe sincera implica que habéis otorgado virtualmente
por adelantado a los que oigan vuestra oración el pleno derecho de
responder a vuestras solicitudes de acuerdo con esa sabiduría suprema y
ese amor divino que vuestra fe ilustra como el motor constante de esos
seres a quienes oráis.
8.
El niño está siempre en su derecho cuando se atreve a solicitarle al
padre; y el padre está siempre dentro de sus obligaciones paternas hacia
el niño inmaduro, cuando su sabiduría superior dicta que la respuesta a
la oración del niño se postergue, modifique, segregue, transcienda o
posponga hasta otra etapa de la ascensión espiritual.
9.
No titubeéis en orar las oraciones de los anhelos del espíritu; no
dudéis de que recibiréis respuesta a vuestra solicitud. Estas respuestas
podrán estar en depósito, aguardando el momento en que vosotros
alcancéis aquellos niveles espirituales futuros del auténtico logro
cósmico, en este mundo o en los otros, en los que os resultará posible
reconocer las respuestas tan largamente esperadas y apropiaros de ellas
finalmente, pues corresponden a vuestras solicitudes previas pero hechas
prematuramente.
10.
Todas las solicitudes nacidas genuinamente del espíritu tendrán, con
certeza, respuesta. Pedid y recibiréis. Pero debéis recordar que sois
criaturas progresivas del tiempo y del espacio; por lo tanto, debéis
considerar siempre el factor espacio-temporal en la experiencia de
vuestra recepción personal de las respuestas plenas a vuestras muchas
oraciones y solicitudes.