«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

sábado, 20 de octubre de 2012

El renacimiento Samaritano.

La tarde en que Nalda atrajo las multitudes de Sicar para ir a ver a Jesús, los doce acababan de volver con comida, e instaron a Jesús a que comiese con ellos en vez de hablar a la gente, porque habían estado sin comer todo el día y tenían hambre. Pero Jesús sabía que pronto caería la noche. Por eso persistió en su determinación de hablar con el pueblo antes de despedirlos. Cuando Andrés intentó persuadirle a que comiera algo poco antes de dirigirse a la multitud, Jesús le dijo: «Tengo un alimento del que vosotros no sabéis». Al escuchar esto los apóstoles, se dijeron unos a otros: «¿Le habrá traído alguien de comer? ¿Es posible que la mujer le dio comida además de bebida?» Cuando Jesús les oyó conversar entre ellos, antes de hablar a la gente se volvió para decirles a los doce: «Mi alimento es hacer la voluntad de Aquel que me ha enviado y llevar a cabo su obra. Ya no debéis decir vosotros falta tanto y tanto para la cosecha. He aquí a esta gente que sale de una ciudad samaritana para escucharnos; yo os digo que los campos ya blanquean para la cosecha. Aquel que siega, recibe salario y recoge estos frutos para la vida eterna; así pues, los sembradores y los segadores se alegran juntos, porque en esto es verdadero el refrán: `uno es el sembrador y otro el segador'. Os envío ahora a segar donde vosotros no habéis trabajado; otros han trabajado, y vosotros ahora estáis a punto de uniros con su trabajo». Esto dijo refiriéndose a la predicación de Juan el Bautista.
      
Jesús y los apóstoles fueron a Sicar y predicaron dos días antes de establecer su campamento en el Monte Gerizim. Muchos de los habitantes de Sicar creyeron en el evangelio y pidieron ser bautizados, pero los apóstoles de Jesús aún no bautizaban.
     
La primera noche en el campamento en el Monte Gerizim los apóstoles esperaban que Jesús les reprochara su actitud hacia la mujer junto al pozo de Jacob, pero él no habló del asunto. En cambio, les dio un discurso memorable sobre «las realidades que son centrales en el reino de Dios». En cualquier religión, es muy fácil que los valores se vuelvan desproporcionados y que los hechos ocupen el lugar de la verdad en la teología personal. El hecho de la cruz se volvió el centro mismo del cristianismo subsiguiente. Pero éste no es la verdad central de la religión que se puede derivar de la vida y enseñanzas de Jesús de Nazaret.
      
El tema de la enseñanza de Jesús en el Monte Gerizim fue de que él desea que todos los hombres vean a Dios como a un Padre-amigo así como él (Jesús) es un hermano-amigo. Una y otra vez les repitió que el amor es la relación más grande en el mundo —en el universo— así como la verdad es la declaración más grande del cumplimiento de estas relaciones divinas.
      
Jesús se declaró tan plenamente ante los samaritanos porque podía hacerlo sin peligro, y porque sabía que no volvería a visitar el corazón de Samaria para predicar el evangelio del reino.
      
Jesús y los doce acamparon en el Monte Gerizim hasta fines de agosto. Durante el día predicaron la buena nueva del reino —la paternidad de Dios— a los samaritanos de las ciudades y pasaron las noches en el campamento. El trabajo que Jesús y los doce llevaron a cabo en estas ciudades samaritanas rindió muchas almas para el reino e hizo mucho para preparar el terreno para la obra maravillosa de Felipe en estas regiones, después de la muerte y resurrección de Jesús, posteriormente a la dispersión de los apóstoles hasta los confines del mundo debido a la amarga persecución de los creyentes en Jerusalén.