«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

domingo, 7 de octubre de 2012

En la Judea del sur.

A fines de abril la oposición a Jesús entre los fariseos y saduceos se había vuelto tan pronunciada que el Maestro y sus apóstoles decidieron alejarse de Jerusalén por un tiempo, dirigiéndose al sur para trabajar en Belén y Hebrón. Todo el mes de mayo fue dedicado a hacer trabajo personal en estas ciudades y entre la gente de las aldeas vecinas. Durante este viaje no hubo predicación pública, sino tan sólo visitas de casa en casa. Parte de este tiempo, mientras los apóstoles enseñaban el evangelio y ministraban a los enfermos, Jesús y Abner lo pasaron en En-Gedi, visitando la colonia nazarea. Juan el Bautista había salido de este lugar, y Abner había sido jefe de este grupo. Muchos de los que pertenecían a la hermandad nazarea se hicieron creyentes de Jesús, pero la mayoría de estos hombres ascéticos y excéntricos se negaron a aceptarlo como un maestro enviado del cielo porque no enseñaba a ayunar ni otras formas de abnegación.
      
La gente que vivía en esta región no sabía que Jesús había nacido en Belén. Siempre supusieron que el Maestro había nacido en Nazaret, así como la mayoría de sus discípulos, pero los doce sabían la verdad.
      
La estadía en el sur de Judea fue una temporada de labor fructífera y serena; muchas almas fueron sumadas al reino. Para los primeros días de junio la agitación contra Jesús en Jerusalén se había calmado lo suficiente como para que el Maestro y los apóstoles retornaran para instruir y consolar a los creyentes.
       
Aunque Jesús y los apóstoles pasaron todo el mes de junio en Jerusalén y sus cercanías, no hicieron enseñanza pública durante este período. Vivían la mayor parte del tiempo en tiendas que montaban en un parque o jardín sombreado, conocido en esa época como Getsemaní. Este parque estaba situado en la ladera occidental del Monte de los Olivos, no lejos del arroyo Cedrón. Los sábados, o sea los fines de semana, usualmente los pasaban con Lázaro y sus hermanas en Betania. Jesús entró dentro de los muros de Jerusalén sólo unas pocas veces, pero un gran número de interesados concurría a Getsemaní para conversar con él. Un viernes por la noche, Nicodemo y un tal José de Arimatea se atrevieron a salir fuera de la ciudad para visitar a Jesús pero al llegar a la entrada de la tienda del Maestro, por miedo no se atrevieron a entrar y se devolvieron y, por supuesto, no percibieron que Jesús sabía todo lo que estaban haciendo.
      
Cuando los rectores de lo judíos se enteraron de que Jesús había regresado a Jerusalén, se prepararon para arrestarlo; pero cuando observaron que no predicaba en público, concluyeron que se había asustado por su reacción anterior y decidieron permitirle que continuara con su enseñanza en esa forma privada sin molestarlo más. Así pues los asuntos siguieron en forma tranquila hasta los últimos días de junio, cuando un cierto Simón, miembro del sanedrín, abrazó públicamente las enseñanzas de Jesús, después de declararlo ante los rectores de los judíos. Inmediatamente surgió una nueva agitación en favor del encarcelamiento de Jesús y este movimiento tanto creció que el Maestro decidió retirarse a las ciudades de Samaria y la Decápolis.