A fines de abril la oposición a Jesús entre los
fariseos y saduceos se había vuelto tan pronunciada que el Maestro y sus
apóstoles decidieron alejarse de Jerusalén por un tiempo, dirigiéndose
al sur para trabajar en Belén y Hebrón. Todo el mes de mayo fue dedicado
a hacer trabajo personal en estas ciudades y entre la gente de las
aldeas vecinas. Durante este viaje no hubo predicación pública, sino tan
sólo visitas de casa en casa. Parte de este tiempo, mientras los
apóstoles enseñaban el evangelio y ministraban a los enfermos, Jesús y
Abner lo pasaron en En-Gedi, visitando la colonia nazarea. Juan el
Bautista había salido de este lugar, y Abner había sido jefe de este
grupo. Muchos de los que pertenecían a la hermandad nazarea se hicieron
creyentes de Jesús, pero la mayoría de estos hombres ascéticos y
excéntricos se negaron a aceptarlo como un maestro enviado del cielo
porque no enseñaba a ayunar ni otras formas de abnegación.
La gente que vivía en esta región no sabía
que Jesús había nacido en Belén. Siempre supusieron que el Maestro había
nacido en Nazaret, así como la mayoría de sus discípulos, pero los doce
sabían la verdad.
La estadía en el sur de Judea fue una
temporada de labor fructífera y serena; muchas almas fueron sumadas al
reino. Para los primeros días de junio la agitación contra Jesús en
Jerusalén se había calmado lo suficiente como para que el Maestro y los
apóstoles retornaran para instruir y consolar a los creyentes.
Aunque Jesús y los apóstoles pasaron todo
el mes de junio en Jerusalén y sus cercanías, no hicieron enseñanza
pública durante este período. Vivían la mayor parte del tiempo en
tiendas que montaban en un parque o jardín sombreado, conocido en esa
época como Getsemaní. Este parque estaba situado en la ladera occidental
del Monte de los Olivos, no lejos del arroyo Cedrón. Los sábados, o sea
los fines de semana, usualmente los pasaban con Lázaro y sus hermanas
en Betania. Jesús entró dentro de los muros de Jerusalén sólo unas pocas
veces, pero un gran número de interesados concurría a Getsemaní para
conversar con él. Un viernes por la noche, Nicodemo y un tal José de
Arimatea se atrevieron a salir fuera de la ciudad para visitar a Jesús
pero al llegar a la entrada de la tienda del Maestro, por miedo no se
atrevieron a entrar y se devolvieron y, por supuesto, no percibieron que
Jesús sabía todo lo que estaban haciendo.
Cuando los rectores de lo judíos se
enteraron de que Jesús había regresado a Jerusalén, se prepararon para
arrestarlo; pero cuando observaron que no predicaba en público,
concluyeron que se había asustado por su reacción anterior y decidieron
permitirle que continuara con su enseñanza en esa forma privada sin
molestarlo más. Así pues los asuntos siguieron en forma tranquila hasta
los últimos días de junio, cuando un cierto Simón, miembro del sanedrín,
abrazó públicamente las enseñanzas de Jesús, después de declararlo ante
los rectores de los judíos. Inmediatamente surgió una nueva agitación
en favor del encarcelamiento de Jesús y este movimiento tanto creció que
el Maestro decidió retirarse a las ciudades de Samaria y la Decápolis.