La gente que vivía en esta región no sabía que Jesús había nacido en Belén. Siempre supusieron que el Maestro había nacido en Nazaret, así como la mayoría de sus discípulos, pero los doce sabían la verdad.

Aunque Jesús y los apóstoles pasaron todo el mes de junio en Jerusalén y sus cercanías, no hicieron enseñanza pública durante este período. Vivían la mayor parte del tiempo en tiendas que montaban en un parque o jardín sombreado, conocido en esa época como Getsemaní. Este parque estaba situado en la ladera occidental del Monte de los Olivos, no lejos del arroyo Cedrón. Los sábados, o sea los fines de semana, usualmente los pasaban con Lázaro y sus hermanas en Betania. Jesús entró dentro de los muros de Jerusalén sólo unas pocas veces, pero un gran número de interesados concurría a Getsemaní para conversar con él. Un viernes por la noche, Nicodemo y un tal José de Arimatea se atrevieron a salir fuera de la ciudad para visitar a Jesús pero al llegar a la entrada de la tienda del Maestro, por miedo no se atrevieron a entrar y se devolvieron y, por supuesto, no percibieron que Jesús sabía todo lo que estaban haciendo.
Cuando los rectores de lo judíos se enteraron de que Jesús había regresado a Jerusalén, se prepararon para arrestarlo; pero cuando observaron que no predicaba en público, concluyeron que se había asustado por su reacción anterior y decidieron permitirle que continuara con su enseñanza en esa forma privada sin molestarlo más. Así pues los asuntos siguieron en forma tranquila hasta los últimos días de junio, cuando un cierto Simón, miembro del sanedrín, abrazó públicamente las enseñanzas de Jesús, después de declararlo ante los rectores de los judíos. Inmediatamente surgió una nueva agitación en favor del encarcelamiento de Jesús y este movimiento tanto creció que el Maestro decidió retirarse a las ciudades de Samaria y la Decápolis.