Fue alrededor del mediodía del lunes 3 de mayo que Jesús y los doce
llegaron a Betsaida por barco desde Tariquea. Viajaron por barco para
escapar de los que los seguían. Pero para el día siguiente los demás,
incluyendo los espías oficiales de Jerusalén, nuevamente habían
encontrado a Jesús.
El martes por la tarde Jesús estaba
conduciendo una de sus clases habituales de preguntas y respuestas
cuando el líder del grupo de seis espías le dijo: «Hoy estaba hablando
con uno de los discípulos de Juan que está aquí asistiendo a tu
enseñanza, y no podíamos entender por qué nunca mandas a tus discípulos a
que ayunen y oren tal como nosotros los fariseos ayunamos y tal como
Juan mandó a sus seguidores». Y Jesús, refiriéndose a una declaración de
Juan, respondió a este preguntador: «¿Acaso ayunan los hijos de la
cámara nupcial cuando el novio está con ellos? Mientras el novio
permanece con ellos, no pueden ayunar. Pero se acerca la hora en que el
novio será llevado de allí, y entonces los hijos de la cámara nupcial
indudablemente ayunarán y orarán. Orar es natural para los hijos de la
luz, pero ayunar no es parte del evangelio del reino del cielo. Recordad
que el sastre sabio no cose un trozo de tela nueva y sin encoger sobre
una túnica vieja, porque, cuando se moja, podría encoger y producir un
defecto aun más grave. Tampoco ponen los hombres vino nuevo en odres
viejas, para que el vino nuevo no rompa las odres destruyendo así tanto
el vino como las odres. El hombre sabio pone el vino nuevo en odres
nuevas. Por eso mis discípulos demuestran sabiduría al no traer muchas
cosas del viejo orden a la nueva enseñanza del evangelio del reino.
Vosotros que habéis perdido a vuestro maestro podéis tener justificación
en ayunar por un tiempo. Ayunar puede ser una parte apropiada de la ley
de Moisés, pero en el reino venidero los hijos de Dios se liberarán del
temor y se regocijarán en el espíritu divino». Y cuando escucharon estas palabras, los discípulos
de Juan se consolaron mientras que los fariseos mismos estuvieron aun
más confundidos.
A continuación el Maestro advirtió a sus
oyentes que esto no significaba que todas las viejas enseñanzas debían
ser reemplazadas completamente por nuevas doctrinas. Dijo Jesús: «Lo que
es viejo y también verdadero debe quedar. Del mismo modo, lo
que es nuevo pero falso debe ser rechazado. Pero lo que es nuevo y
también verdadero, tened la fe y la valentía de aceptarlo. Recordad que
está escrito: `No abandonéis a un viejo amigo, porque el nuevo no se le
compara. Como el vino nuevo, así es el amigo nuevo; si envejece, lo
beberéis con regocijo'».