Esa noche, mucho después de que se hubieron
retirado los oyentes habituales, Jesús continuó enseñando a sus
apóstoles. Comenzó esta lección especial citando al profeta Isaías:
«`¿Por qué habéis ayunado? ¿Por qué razón
afligís vuestras almas mientras seguís encontrando placer en la opresión
y regocijo en la injusticia? He aquí, que ayunáis por amor a la
contienda y a la disputa y para golpear con el puño de la maldad. Pero
no ayunaréis de esta manera para que vuestras voces sean oídas en lo
alto.
«`¿Es éste el ayuno que yo he elegido —un
día para que un hombre aflija su alma? ¿Es para que baje la cabeza como
un junco, para que se humille vestido de saco y cenizas? ¿Os atreveréis a
decir que éste es un ayuno y un día aceptable a los ojos del Señor?
¿Acaso no es éste el ayuno que yo elegiría: soltar las cadenas de la
maldad, deshacer los nudos de las cargas pesadas, dejar ir libres a los
oprimidos, y romper todo yugo? ¿No es acaso compartir mi pan con el
hambriento y traer bajo mi techo a los que no tienen casa y son pobres? Y
cuando vea a los desnudos, los vestiré.
«`Entonces vuestra luz brillará como la
mañana y vuestro bienestar no tendrá límites. Vuestra rectitud os
precederá mientras que la gloria del Señor será vuestra retaguardia.
Entonces invocaréis al Señor, y él os responderá; clamaréis, y dirá él
—Heme aquí. Y todo esto él hará si os negáis a la opresión, a la
condenación y a la vanidad. El Padre desea que ofrezcáis vuestro corazón
a los hambrientos, que administréis a las almas afligidas; entonces
vuestra luz brillará en la obscuridad; y aun vuestra obscuridad será
como el mediodía. Entonces el Señor os guiará continuamente,
satisfaciendo vuestra alma y renovando vuestra fortaleza. Y seréis como
huerto de riego, y como manantial cuyas aguas nunca faltan. Y los que
hagan estas cosas restituirán la gloria perdida; establecerán los
cimientos de muchas generaciones; se los llamará los reconstructores de
los muros rotos, los restauradores de los caminos seguros en los cuales
se puede habitar'».
Luego, hasta muy entrada la noche, expuso
Jesús a sus apóstoles la verdad de que era la fe de ellos la que les
aseguraba el reino del presente y del futuro, y no la aflicción de su
alma ni el ayuno de su cuerpo. Exhortó a los apóstoles a que por lo
menos estuvieran a la altura de las ideas del antiguo profeta y expresó
la esperanza de que también progresarían mucho más allá de los ideales
de Isaías y de los antiguos profetas. Sus últimas palabras esa noche
fueron: «Creced en la gracia por medio de esa fe viviente que es capaz
de comprender el hecho de que sois hijos de Dios y a la vez de reconocer
a todos los hombres como hermanos».
Eran más de las dos de la mañana cuando Jesús dejó de hablar y cada uno se fue a su lugar de descanso.