A lo largo de este período, Jesús condujo
servicios públicos en el campamento menos de una docena de veces y sólo
habló en la sinagoga de Capernaum una sola vez, el segundo sábado antes
de partir para la segunda gira pública de predicación en Galilea con los
evangelistas recién instruidos.
Desde la época de su bautismo, no había
estado el Maestro tanto tiempo a solas como durante este período de
instrucción de los evangelistas en el campamento de Betsaida. Cada vez
que uno de los apóstoles se atrevía a preguntar a Jesús por qué estaba
tan frecuentemente ausente de su medio, contestaba invariablemente que
estaba «ocupado en los asuntos del Padre».
Durante estos períodos de ausencia, Jesús
iba acompañado por sólo dos de los apóstoles. Había liberado
temporalmente a Pedro, Santiago y Juan de sus obligaciones como
asistentes personales, para que pudieran también participar en la
instrucción de los nuevos candidatos evangelistas, que eran más de cien.
Cuando el Maestro deseaba ir a las montañas para ocuparse de los
asuntos del Padre, llamaba a los dos apóstoles que se encontraban
desocupados a la sazón, para que lo acompañaran. De esta manera, cada
uno de los doce tuvo la oportunidad de una asociación estrecha y un
contacto íntimo con Jesús.
Para los fines de esta narración no ha sido
revelado, pero se nos han dado indicios que nos llevan a deducir que el
Maestro, durante muchas de estas temporadas solitarias en las colinas,
estuvo en asociación directa y ejecutiva con muchos de sus dirigentes
principales a cargo de los asuntos del universo. Desde el momento de su
bautismo, este Soberano encarnado de nuestro universo tomaba parte cada
vez más activa y conscientemente en la dirección de ciertas fases de la
administración universal. Y siempre somos de opinión que, de alguna
manera no revelada a sus asociados inmediatos, durante estas semanas de
menor participación en los asuntos terrestres, se ocupó de dirigir
aquellas altas inteligencias espirituales que estaban a cargo de
administrar un vasto universo, y que el Jesús humano eligió designar
estas actividades suyas como «los asuntos de su Padre».
Muchas veces, cuando Jesús pasaba horas a
solas, pero dos de sus apóstoles estaban cerca, observaron éstos que los
rasgos del Maestro sufrían cambios múltiples y rápidos, aunque no le
oían hablar palabra. Tampoco observaron manifestación visible alguna de
seres celestiales que pudieran estar comunicándose con su Maestro, tal
como algunos de ellos presenciaron en una ocasión subsiguiente.