«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

sábado, 15 de diciembre de 2012

Los asuntos del padre.

A lo largo de este período, Jesús condujo servicios públicos en el campamento menos de una docena de veces y sólo habló en la sinagoga de Capernaum una sola vez, el segundo sábado antes de partir para la segunda gira pública de predicación en Galilea con los evangelistas recién instruidos.
     
Desde la época de su bautismo, no había estado el Maestro tanto tiempo a solas como durante este período de instrucción de los evangelistas en el campamento de Betsaida. Cada vez que uno de los apóstoles se atrevía a preguntar a Jesús por qué estaba tan frecuentemente ausente de su medio, contestaba invariablemente que estaba «ocupado en los asuntos del Padre».
      
Durante estos períodos de ausencia, Jesús iba acompañado por sólo dos de los apóstoles. Había liberado temporalmente a Pedro, Santiago y Juan de sus obligaciones como asistentes personales, para que pudieran también participar en la instrucción de los nuevos candidatos evangelistas, que eran más de cien. Cuando el Maestro deseaba ir a las montañas para ocuparse de los asuntos del Padre, llamaba a los dos apóstoles que se encontraban desocupados a la sazón, para que lo acompañaran. De esta manera, cada uno de los doce tuvo la oportunidad de una asociación estrecha y un contacto íntimo con Jesús.

      
Para los fines de esta narración no ha sido revelado, pero se nos han dado indicios que nos llevan a deducir que el Maestro, durante muchas de estas temporadas solitarias en las colinas, estuvo en asociación directa y ejecutiva con muchos de sus dirigentes principales a cargo de los asuntos del universo. Desde el momento de su bautismo, este Soberano encarnado de nuestro universo tomaba parte cada vez más activa y conscientemente en la dirección de ciertas fases de la administración universal. Y siempre somos de opinión que, de alguna manera no revelada a sus asociados inmediatos, durante estas semanas de menor participación en los asuntos terrestres, se ocupó de dirigir aquellas altas inteligencias espirituales que estaban a cargo de administrar un vasto universo, y que el Jesús humano eligió designar estas actividades suyas como «los asuntos de su Padre».

      
Muchas veces, cuando Jesús pasaba horas a solas, pero dos de sus apóstoles estaban cerca, observaron éstos que los rasgos del Maestro sufrían cambios múltiples y rápidos, aunque no le oían hablar palabra. Tampoco observaron manifestación visible alguna de seres celestiales que pudieran estar comunicándose con su Maestro, tal como algunos de ellos presenciaron en una ocasión subsiguiente.