Pedro, Santiago y Andrés formaban el comité
nombrado por Jesús para evaluar a los que solicitaban ingreso en la
escuela de evangelistas. En esta nueva escuela de profetas estaban representadas todas las
razas y nacionalidades del mundo romano y del oriente, incluso de la
India. El plan de enseñanza en esta escuela era aprender y luego poner
en práctica lo aprendido. Lo que aprendían los estudiantes por la
mañana, lo enseñaban por la tarde a la asamblea junto al mar. Después de
la cena, dialogaban libremente sobre lo que habían aprendido por la
mañana y lo que habían enseñado por la tarde.
Cada uno de los instructores apostólicos
enseñaba su punto de vista sobre el evangelio del reino. No hacían
ningún esfuerzo por enseñar exactamente igual; no había fórmulas
normalizadas ni dogmáticas de las doctrinas teológicas. Aunque todos
ellos enseñaban la misma verdad, cada apóstol presentaba su
propia interpretación de las enseñanzas del Maestro. Jesús defendía y
sostenía esta presentación de la diversidad de experiencias personales
en las cosas del reino, armonizando y coordinando infaliblemente estas
muchas visiones divergentes del evangelio, durante la hora semanal de
preguntas que presidía. A pesar de este alto grado de libertad personal
en los asuntos de la enseñanza, Simón Pedro solía dominar el campo
teológico en la escuela evangelista. Después de Pedro, Santiago Zebedeo
era el que ejercía la mayor influencia personal.
Los más de cien evangelistas instruidos
durante estos cinco meses junto al lago representaron el material del
cual (a excepción de Abner y los apóstoles de Juan) se forjaron más
tarde los setenta instructores y predicadores del evangelio. La escuela
de evangelistas no tenía todo en común al mismo nivel que lo tenían los
doce.
Estos evangelistas, aunque enseñaban y
predicaban el evangelio, no bautizaron a los creyentes hasta después de
haber sido ordenados y comisionados por Jesús como los setenta
mensajeros del reino. De todos los que habían sido curados un memorable
atardecer en este sitio, sólo siete se contaron entre estos estudiantes
evangelistas. El hijo del noble de Capernaum fue uno de los que se
entrenaron para el servicio evangélico en la escuela de Pedro.