En otro de estos diálogos privados en el
jardín, Natanael preguntó a Jesús: «Maestro, aunque comienzo a
comprender por qué te niegas a practicar indiscriminadamente tus dotes
curativas, aún no entiendo por qué el Padre amante en el cielo permite
que tantos de sus hijos sobre la tierra sufran tantas aflicciones». El
Maestro respondió a Natanael, diciendo:
«Natanael, tú y muchos otros estáis
perplejos porque no comprendéis de qué manera ha sido tantas veces
convulsionado el orden natural de este mundo, debido a las aventuras
pecaminosas de ciertos traidores que se rebelaron contra la voluntad del
Padre. Yo he venido para empezar a poner en orden estas cosas. Pero se
necesitarán muchos siglos para devolver esta parte del universo a los
caminos anteriores y así aliviar a los hijos del hombre de la carga
adicional del pecado y la rebelión. La presencia del mal por sí sola
prueba al hombre suficientemente en su ascensión —el pecado no es
esencial para la supervivencia.
«Pero, hijo mío, debes saber que el Padre
no aflige a sus hijos deliberadamente. El hombre desencadena sobre sí
mismo aflicción innecesaria como resultado de su negación persistente a
marchar en los buenos caminos de la voluntad divina. La aflicción está
en potencia en el mal, pero buena parte de ella se produce por el pecado
y la iniquidad. Muchos acontecimientos inusitados han acaecido en este
mundo, y no es raro que todos los hombres pensadores se preocupen por el
espectáculo que presencian de sufrimiento y aflicción. Pero puedes
estar seguro de una cosa: el Padre no envía aflicción como castigo
arbitrario de la fechoría. Las imperfecciones y desgracias del mal son
inherentes; los castigos del pecado son inevitables; las consecuencias
destructoras de la iniquidad son inexorables. El hombre no debe culpa a
Dios por las aflicciones que son el resultado natural de la vida que él
elige vivir; tampoco debe el hombre quejarse de esas experiencias que
son parte de la vida tal como se la vive en este mundo. Es la voluntad
del Padre que el hombre mortal trabaje con perseverancia y firmemente
hacia el mejoramiento de su condición en la tierra. La aplicación
inteligente permitirá al hombre sobreponerse a buena parte de su miseria
en la tierra.
«Natanael, es nuestra misión ayudar a los
hombres a que solucionen sus problemas espirituales y de esta manera
agilicen su mente para encontrarse mejor preparados e inspirados para
resolver sus múltiples problemas materiales. Conozco tu confusión porque
has leído las Escrituras. Demasiadas veces ha prevalecido la tendencia
de asignar a Dios la responsabilidad de todo lo que el hombre ignorante
no puede comprender. El Padre no es personalmente responsable de todo lo
que vosotros no podéis comprender. Si estás afligido por haber
transgredido inocente o deliberadamente una orden divina, no dudes del
amor del Padre sólo porque él ordenó esa ley justa y sabia.
«Pero, Natanael, mucho hay en las
Escrituras que te habría instruido si hubieras leído con discernimiento.
Acaso no recuerdas que está escrito: `No desdeñes, hijo mio, el castigo
del Señor; ni te fatigues de su corrección, porque el Señor al que ama
regaña, como el padre regaña al hijo a quien quiere'. `El Señor no
aflige voluntariamente'. `Antes que fuera yo afligido me descarrié, mas
ahora cumplo la ley. Bueno me es haber sido afligido para que aprenda
los estatutos divinos'. `Conozco tus angustias. El eterno Dios es tu
refugio, y acá abajo los brazos eternos'. `El Señor también es el
refugio de los oprimidos, el puerto de reposo durante la tormenta'. `El
Señor lo sustentará sobre el lecho de aflicción; el Señor no olvidará a
los dolientes'. `Como el padre se compadece de sus hijos, se compadece
el Señor de los que le temen. Él conoce vuestro cuerpo; se acuerda de
que sois polvo'. `Él sana a los quebrantados de corazón y venda sus
heridas'. `Él es la esperanza al pobre, la fortaleza al menestroso en
sus penas, el refugio contra el turbión, la sombra contra el calor
sofocante'. `Él da esfuerzo al cansado y multiplica las fuerzas al que
no tiene ningunas'. `No quebrará la caña cascada, ni apagará el pápilo
que humeare!' `Cuando pases por las aguas de la aflicción, yo estaré
contigo, y cuando los ríos de la adversidad te sobrecojan, no te
abandonaré'. `Él me ha enviado a vendar los quebrantados de corazón, a
publicar libertad a los cautivos y a consolar a todos los enlutados'.
`Hay corrección en el sufrimiento; la aflicción no sale del polvo'».