Los apóstoles tenían predilección por las
parábolas, tanto que toda la noche siguiente fue dedicada a ulteriores
conversaciones sobre las parábolas. Jesús inauguró la conferencia de la noche diciendo:
«Amados míos, al enseñar debéis siempre saber adaptar vuestra
presentación de la verdad a la mente y corazón de los presentes. Cuando
os halláis frente a una muchedumbre de intelectos y temperamentos
variados, no podéis hablar palabras diferentes para cada tipo de oyente,
pero sí podéis contar una historia que trasmita vuestra enseñanza. Cada
grupo, aun cada individuo hará así su propia interpretación de vuestra
parábola, de acuerdo con sus propias dotes intelectuales y espirituales.
Debéis hacer que vuestra luz brille, pero hacedlo con sabiduría y
discreción. Ningún hombre, al encender una lámpara, la cubre con una
vasija ni la coloca debajo de la cama; pone su lámpara sobre un
pedestal, allí donde todos puedan contemplar la luz. Yo os digo que nada
se oculta en el reino del cielo que no se manifieste finalmente;
tampoco hay secretos que a la larga no se sepan. Finalmente, todas estas
cosas serán iluminadas. Pensad no sólo en las multitudes y cómo oirán
la verdad; prestad atención también a cómo la oiréis vosotros. Recordad
que muchas veces os he dicho: al que tiene, más se le dará, pero al que
no tiene, hasta lo poco que cree que tiene se le quitará».
La prolongada conversación sobre las
parábolas y las instrucciones ulteriores en cuanto a su interpretación
pueden ser resumidas y expresadas en fraseología moderna como sigue:
1.
Jesús aconsejó que no se usaran fábulas ni alegorías en la enseñanza de
las verdades del evangelio. Sí recomendó el uso libre de las parábolas,
especialmente de las parábolas relacionadas con la naturaleza. Destacó
el valor de utilizar la analogía existente entre los mundos natural y
espiritual, como medio para enseñar la verdad. Frecuentemente aludió a
lo natural como «la sombra irreal y huidiza de las realidades del
espíritu».
2.
Jesús narró tres o cuatro parábolas de las escrituras hebreas, llamando
la atención sobre el hecho de que este método de enseñanza no era
completamente nuevo. Sin embargo, se transformó casi en un método nuevo
de enseñanza en la manera en que lo empleó él desde ese momento en
adelante.
3.
Al enseñar a los apóstoles el valor de las parábolas, Jesús llamó la atención sobre los siguientes puntos:
La parábola posibilita la llamada
simultánea a niveles vastamente diferentes de mente y espíritu. La
parábola estimula la imaginación, desafía la discriminación y provoca el
pensamiento crítico; promueve la simpatía sin despertar el antagonismo.
La parábola va de las cosas conocidas al
discernimiento de lo desconocido. La parábola utiliza lo material y lo
natural como medio de introducción de lo espiritual y lo supermaterial.
Las parábolas favorecen la toma de
decisiones morales con imparcialidad. La parábola evade gran parte de
los prejuicios y coloca una nueva verdad en la mente y lo hace con
donaire y hace todo esto casi sin despertar la autodefensa del
resentimiento personal.
Rechazar la verdad contenida en una
analogía parabólica requiere una acción intelectual consciente que está
directamente en contradicción con el propio juicio honesto y decisión
justa. La parábola conduce a esforzar el pensamiento por el sentido del
oído.
El uso de parábola como medio de enseñanza
permite al instructor presentar nuevas y aun sorprendentes verdades
evitando al mismo tiempo, en gran parte, toda controversia y
enfrentamiento exterior con la tradición y las autoridades establecidas.
La parábola también posee la ventaja de
estimular la memoria de la verdad enseñada, cuando los oyentes
subsiguientemente encuentran las mismas escenas familiares.
De esta manera intentaba Jesús hacer que
sus seguidores conocieran muchas de las razones por las cuales usaba
cada vez más las parábolas en su enseñanza pública.
Hacia el final de la lección de la noche
Jesús hizo su primer comentario sobre la parábola del sembrador. Dijo
que la parábola se refería a dos cosas: Primero, era una revisión de su
propio ministerio hasta ese momento y un pronóstico de lo que le
ocurriría a él por el resto de su vida en la tierra. En segundo lugar,
también era una alusión a lo que los apóstoles y otros mensajeros del
reino podían esperar en su ministerio, de generación en generación, a
medida que pasaba el tiempo.
Jesús también recurrió al uso de las
parábolas como la mejor refutación posible del esfuerzo consciente de
los líderes religiosos de Jerusalén por enseñar que la obra de él se
llevaba a cabo con la ayuda de los demonios y del príncipe de los
diablos. La mención de la naturaleza estaba en contravención con dicha
enseñanza, puesto que en esa época el pueblo consideraba que todos los
fenómenos naturales eran producto de la acción directa de seres
espirituales y fuerzas supernaturales. También había determinado este
método de enseñanza porque le permitía proclamar verdades vitales a los
que deseaban conocer el mejor camino, ofreciendo al mismo tiempo menos
oportunidades para que sus enemigos detectaran material ofensivo y
apilaran acusaciones contra él.
Antes de despedir al grupo por la noche,
Jesús dijo: «Ahora os diré la última de las parábolas del sembrador.
Quiero probaros para saber cómo recibiréis esto: El reino del cielo es
también como un hombre que echa buena semilla sobre la tierra; y
mientras dormía por la noche y hacía su trabajo durante el día, la
semilla brotó y creció, y aunque no sabía cómo eso había ocurrido, la
planta dio fruto. Primero hubo una hoja, luego una espiga, finalmente el
grano entero en su espiga. Y cuando el grano estuvo maduro, trajo su
hoz, y fue el fin de la cosecha. El que tiene oído para oír, que oiga».
Muchas veces reflexionaron los apóstoles
sobre estas palabras, pero el Maestro nunca volvió a mencionar esta
ampliación de la parábola del sembrador.