«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

viernes, 8 de febrero de 2013

La interpretación de la parábola.

Pedro y el grupo a su alrededor llegó a la conclusión de que la parábola del sembrador era una alegoría, que cada faceta contenía un significado oculto, y decidieron ir adonde Jesús y pedirle una explicación. Por lo tanto, Pedro se acercó al Maestro, diciendo: «No podemos penetrar el significado de esta parábola y deseamos que nos la expliques, puesto que dices que se nos da para conocer los misterios del reino». Al oír estas palabras Jesús le dijo a Pedro: «Hijo mío, nada deseo ocultarte, pero primero, ¿por qué no me dices qué estuvisteis discutiendo; cuál es tu interpretación de la parábola?»
      
Después de un momento de silencio, Pedro dijo: «Maestro, mucho hemos conversado sobre esta parábola, y ésta es la interpretación a la que yo llegué: El sembrador es el predicador del evangelio; la semilla es la palabra de Dios. La semilla que cae al camino representa los que no comprenden las enseñanzas del evangelio. Los pájaros que devoran la semilla que cayó sobre la tierra endurecida representan a Satanás, o al diablo, que roba lo que ha sido sembrado en el corazón de estos seres ignorantes. La semilla que cayó sobre las rocas y que creció tan prontamente, representa a esas personas superficiales y no reflexivas que, al escuchar la buena nueva, reciben el mensaje con regocijo; pero como la verdad no echa raíces verdaderas en su comprensión más profunda, su devoción dura poco cuando se enfrenta con las tribulaciones y las persecuciones. Al encontrar obstáculos, estos creyentes tropiezan; se desvían por la tentación. La semilla que cayó sobre los espinos representa los que oyen la palabra con mucha voluntad, pero permiten que los cuidados mundanos y el engaño de las riquezas ahoguen la palabra de la verdad, de modo que no da frutos. Pero la semilla que cayó en buena tierra y creció dando espigas, de treinta, sesenta, y cien granos, representa a los que, cuando oyen la verdad, la reciben en variados grados de apreciación —dependiendo de sus diversas dotes intelectuales— y así manifiestan estos distintos grados de experiencia religiosa».

 
Jesús, después de escuchar la interpretación de Pedro de la parábola, preguntó a los demás apóstoles si no tenían también alguna sugerencia. Sólo Natanael respondió a esta invitación. El dijo: «Maestro, aunque reconozco las buenas cosas de la interpretación de Simón Pedro de esta parábola, no estoy en pleno acuerdo con él. Mi idea de esta parábola sería: la semilla representa el evangelio del reino, mientras que el sembrador representa los mensajeros del reino. La semilla que cayó en el camino sobre tierra endurecida representa a los que poco saben del evangelio, a los que son indiferentes al mensaje y a los de corazón endurecido. Los pájaros del cielo que devoran la semilla que cayó en el camino representan las propias costumbres de vida, la tentación del mal, y los deseos de la carne. La semilla que cayó en las rocas representa esas almas emocionales que reciben la nueva enseñanza rápidamente y con igual rapidez abandonan la verdad cuando se enfrentan con las dificultades y realidades de vivir a la altura de esta verdad; les falta percepción espiritual. La semilla que cayó entre los espinos representa a los que son atraídos por las verdades del evangelio; tienen la intención de seguir sus enseñanzas, pero el orgullo de vida, los celos, la envidia y las ansiedades de la existencia humana se lo impiden. La semilla que cayó en buena tierra, brotando hasta dar, algunas espigas treinta, otras sesenta y otras cien granos, representa los distintos niveles naturales de capacidad para comprender la verdad y responder a las enseñanzas espirituales según las diversas dotes de iluminación espiritual de los hombres y mujeres».       

Cuando Natanael terminó de hablar, los apóstoles y sus asociados entraron en una discusión seria y un debate sincero, sosteniendo algunos la exactitud de la interpretación de Pedro, mientras que prácticamente el mismo número defendía la explicación de Natanael de la parábola. Mientras tanto, Pedro y Natanael se habían retirado a la casa, esforzándose vigorosa y decididamente el uno para convencer al otro de que cambiara de opinión.
      
El Maestro dejó que esta confusión alcanzara su punto de expresión más intensa; luego golpeó las manos y los llamó a que se acercaran. Cuando todos ellos estuvieron nuevamente reunidos a su alrededor, dijo: «Antes de que os hable sobre esta parábola, ¿tiene alguno entre vosotros algo más que decir?» Después de un momento de silencio, Tomás habló: «Sí, Maestro, deseo decir unas pocas palabras. Recuerdo que tú cierta vez nos dijiste que nos cuidáramos de esto mismo. Nos instruiste que, al usar ilustraciones en nuestra predicación, debemos emplear historias verdaderas, y no fábulas, y que debemos seleccionar la historia que mejor se adapte a la ilustración de una verdad central y vital que deseemos enseñar a la gente, y que, después de usar así dicha historia, no hemos de intentar la aplicación espiritual de todos los detalles menores relativos al relato mismo. Sostengo que tanto Pedro como Natanael se equivocan en su intento de interpretar la parábola. Admiro la habilidad de ellos para hacer tales cosas, pero estoy igualmente seguro de que el intento de forzar una parábola natural a que arroje analogías espirituales en todos sus aspectos, tan sólo puede dar como resultado la confusión y una interpretación gravemente errónea del verdadero propósito de dicha parábola. El que yo tenga razón está plenamente comprobado por el hecho de que, aunque hace una hora nosotros estábamos todos de acuerdo, ahora estamos divididos en dos grupos separados que mantienen opiniones diferentes sobre esta parábola y sostienen dichas opiniones con tanta intensidad como para interferir, en mi opinión, con nuestra habilidad para aprehender plenamente la gran verdad que tú tenías en mente cuando presentaste esta parábola a la muchedumbre y posteriormente cuando nos pediste que comentáramos sobre ésta».
      
Las palabras que habló Tomás tuvieron un efecto tranquilizante sobre todos ellos. Les hizo recordar lo que Jesús les había enseñado en ocasiones anteriores, y antes de que Jesús comenzara nuevamente a hablar, Andrés se puso de pie, diciendo: «Estoy persuadido de que Tomás tiene razón, y me gustaría que él nos dijera qué significado le adjudica a la parábola del sembrador». Al indicar Jesús con un gesto a Tomás que hablara, él dijo: «Hermanos míos, no querría prolongar esta discusión, pero si lo deseáis, diré lo que pienso y es que esta parábola fue dicha para enseñarnos una gran verdad. Esa verdad es que nuestra enseñanza del evangelio del reino, independientemente de que nosotros ejecutemos nuestra comisión divina fiel y eficientemente, encontrará grados variados de éxito; y que todas estas diferencias en los resultados se deben directamente a las condiciones inherentes a las circunstancias de nuestro ministerio, condiciones sobre las cuales prácticamente no tenemos control».
      
Cuando Tomás terminó de hablar, la mayoría de sus hermanos predicadores estaba a punto de concordar con él, hasta Pedro y Natanael se le estaban acercando para conversar con él, cuando Jesús se puso de pie y dijo: «Bien hecho, Tomás; has discernido el verdadero significado de las parábolas; pero tanto Pedro como Natanael os han hecho igual bien a todos, porque ilustraron tan plenamente el peligro que se corre al querer convertir mis parábolas en alegorías. En vuestro corazón podéis emprender frecuentemente y con beneficio estos vuelos de la imaginación especulativa, pero cometéis un error si intentáis ofrecer vuestras conclusiones como parte de vuestra enseñanza pública».
      
Habiendo ya desaparecido la tensión, Pedro y Natanael se felicitaron mutuamente por sus interpretaciones, y con la excepción de los gemelos Alfeo, cada uno de los apóstoles intentó hacer una interpretación de la parábola del sembrador antes de retirarse por la noche. Aun Judas Iscariote ofreció una interpretación muy plausible. Los doce intentarían frecuentemente, entre ellos, interpretar las parábolas del Maestro como lo harían con una alegoría, pero nunca más consideraron seriamente esas especulaciones. Fue ésta una sesión muy beneficiosa para los apóstoles y sus asociados, especialmente porque de allí en adelante, Jesús empleó más y más parábolas en sus enseñanzas públicas.