«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

jueves, 19 de abril de 2012

Juan el Bautista.

Prólogo de Juan el Bautista.

JUAN el Bautista nació el 25 de marzo del año 7 a. de J. C., según la promesa que Gabriel le hizo a Elizabeth en junio del año anterior. Durante cinco meses mantuvo Elizabeth el secreto de la visitación de Gabriel; cuando ella se lo dijo a su marido, Zacarías, grande fue la turbación de éste, que sólo acabó por creer totalmente en el relato de su mujer después que tuvo un sueño singular, unas seis semanas antes del nacimiento de Juan. Con excepción de la visitación de Gabriel a Elizabeth y del sueño de Zacarías, no hubo nada extraño ni sobrenatural relacionado con el nacimiento de Juan el Bautista.
      
Al octavo día Juan fue circuncidado conforme a la tradición judía. Día tras día y año tras año, creció como otros niños, en la pequeña aldea conocida por entonces como la Ciudad de Judá, situada a unos seis kilómetros al oeste de Jerusalén.
     
El acontecimiento notable de la infancia de Juan fue la visita que, en compañía de sus padres, hizo a Jesús y a la familia de Nazaret. Esta visita tuvo lugar en el mes de junio del año 1 a. de J. C., cuando contaba poco más de seis años de edad.
      
Después de su regreso de Nazaret, los padres de Juan emprendieron en forma sistemática la educación del muchacho. No había en esa pequeña aldea escuelas de la sinagoga; sin embargo, como Zacarías era un sacerdote, era un hombre bastante bien instruido; Elizabeth por su parte tenía mucha más instrucción que el común de las mujeres en Judea de la época; también ella pertenecía al sacerdocio, puesto que era descendiente de las «hijas de Aarón». Como Juan era hijo único, podían dedicar mucho tiempo a su capacitación mental y espiritual. Zacarías sólo tenía que oficiar en el templo en Jerusalén por breves períodos de manera que dedicaba mucho de su tiempo a la enseñanza de su hijo.
     
Zacarías y Elizabeth tenían una pequeña granja donde criaban ovejas. No alcanzaban a ganarse la vida con esta tierra, pero Zacarías recibía un estipendio regular de los fondos del templo dedicados al sacerdocio.