«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

domingo, 1 de julio de 2012

El llamado de los gemelos.

Por la mañana siguiente se dirigieron los nueve en barca hasta Queresa, para hacer el llamado formal de los próximos dos apóstoles, Jacobo y Judas los hijos gemelos de Alfeo, los candidatos de Santiago y Juan Zebedeo. Los gemelos pescadores sabían que vendrían Jesús y sus apóstoles y los aguardaban en la playa. Santiago Zebedeo presentó al Maestro a los pescadores de Queresa, y Jesús, fijando en ellos su mirada, les hizo un gesto de asentimiento y dijo: «Seguidme».
     
Esa tarde, que pasaron juntos, Jesús les instruyó plenamente sobre la asistencia a las reuniones festivas, concluyendo sus comentarios con estas palabras: «Todos los hombres son mis hermanos. Mi Padre celestial no menosprecia a ninguna de las criaturas de nuestra creación. El reino del cielo está abierto para todos los hombres y mujeres. Ningún hombre puede cerrar la puerta de la misericordia a un alma hambrienta que procura entrar. Nos sentaremos a comer con todos los que deseen oír sobre el reino. A los ojos de nuestro Padre que nos contempla desde lo alto, todos los hombres son iguales. No os negaréis pues a romper el pan con un fariseo o un pecador, un saduceo o un publicano, un romano o un judío, un rico o un pobre, un hombre libre o un esclavo. La puerta del reino está abierta de par en par para todos los que deseen conocer la verdad y encontrar a Dios».
     
Esa noche en una simple cena en casa de Alfeo, los hermanos gemelos fueron recibidos en la familia apostólica. Más tarde esa noche impartió Jesús a sus apóstoles su primera lección sobre el origen, naturaleza y destino de los espíritus impuros, pero no pudieron comprender la importancia de lo que les decía. Les resultaba muy fácil amar y admirar a Jesús pero muy difícil comprender muchas de sus enseñanzas.
      
Después de una noche de descanso, todo el grupo, que ahora ascendía a once, se fue por barca hasta Tariquea.