«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

miércoles, 20 de agosto de 2014

La aparición de Jesús en Betania.

Desde el momento de su resurrección morontial hasta la hora de su ascensión espiritual a lo alto, Jesús hizo diecinueve apariciones separadas en forma visible a sus creyentes en la tierra. No apareció ante sus enemigos ni tampoco ante los que no podían hacer uso espiritual de su manifestación en forma visible. Su primera aparición fue a las cinco mujeres junto al sepulcro; la segunda, a María Magdalena, también junto al sepulcro.

    
La tercera aparición ocurrió alrededor del mediodía de este domingo en Betania. Poco después del mediodía, el hermano mayor de Jesús, Santiago, estaba de pie en el jardín de Lázaro ante la tumba vacía del hermano resucitado de Marta y María, reflexionando sobre la noticia que el mensajero de David les había traído una hora antes. Santiago siempre tendió a creer en la misión de su hermano mayor en la tierra, pero desde hacía mucho había perdido el contacto con el trabajo de Jesús y se había dejado dominar por graves incertidumbres sobre las afirmaciones posteriores de los apóstoles de que Jesús era el Mesías. La familia entera estaba asombrada y prácticamente confundida por la noticia traída por el mensajero. Aun al estar Santiago de pie ante la tumba vacía de Lázaro, llegó María Magdalena para relatar a la familia con gran emoción sus experiencias de las primeras horas de la mañana junto a la tumba de José. Antes de que ella terminara, llegaron David Zebedeo y la madre de él. Ruth, por supuesto, creyó en el informe, como así también Judá, después de haber hablado con David y Salomé.
      
En el ínterin, mientras ellos buscaban a Santiago y antes de que lo encontraran, y mientras él estaba allí en el jardín cerca de la tumba, se apercibió de una presencia cercana, como si alguien le hubiera tocado el hombro; y cuando se volvió para mirar, contempló la aparición gradual de una forma extraña a su lado. Estaba demasiado asombrado para poder hablar y demasiado asustado para huir. Entonces, la extraña forma habló diciendo: «Santiago, he venido para llamarte al servicio del reino. Reúnete sinceramente con tus hermanos y sigue mis pasos». Cuando Santiago escuchó su nombre, supo que era su hermano mayor, Jesús, quien así le había hablado. Todos tenían mayores o menores dificultades en reconocer la forma morontial del Maestro, pero pocos de ellos tenían problema alguno en reconocer su voz o en identificar de otra manera su encantadora personalidad cuando él se comunicaba con ellos.
      
Cuando Santiago percibió que Jesús le estaba dirigiendo la palabra, quiso echarse a sus pies, exclamando: «Padre mío y hermano mío», pero Jesús le dijo que se pusiera de pie mientras él le hablaba. Caminaron por el jardín y conversaron casi tres minutos; hablaron de las experiencias de días pasados y pronosticaron los eventos del futuro cercano. Cuando se acercaron a la casa, Jesús dijo: «Adiós, Santiago, hasta que os reciba a todos juntos».
      
Santiago entró corriendo a la casa, mientras ellos lo buscaban en Betfagé, exclamando: «Acabo de ver a Jesús, y de hablar con él; yo conversé con él. No está muerto; ¡ha resucitado! Se desapareció de ante mí, diciendo, `Adiós, hasta que os reciba a todos juntos'». Apenas acababa de hablar cuando retornó Judá, y volvió a relatar la experiencia de encontrar a Jesús en el jardín, para que la escuchara Judá. Todos ellos comenzaron a creer en la resurrección de Jesús. Santiago anunció seguidamente que no volvería a Galilea, y David exclamó: «Ya no sólo las emotivas mujeres lo ven; aún hombres de corazón fuerte han empezado a verlo. Espero verlo yo también».
      
David no tuvo que esperar mucho, porque la cuarta aparición de Jesús ante una presencia mortal ocurrió poco antes de las dos de la tarde en esta misma casa de Marta y María, cuando él apareció visiblemente ante su familia terrenal y sus amigos, veinte en total. El Maestro apareció junto a la puerta de atrás, que estaba abierta, diciendo: «Que la paz sea con vosotros. Salutaciones para los que estuvieron junto a mí en la carne, y hermandad para mis hermanas y hermanos en el reino del cielo. ¿Cómo pudisteis dudar? ¿Por qué habéis titubeado tanto antes de elegir seguir de todo corazón la luz de la verdad? Venid, por tanto, todos vosotros a la hermandad del Espíritu de la Verdad en el reino del Padre». Cuando ellos se recuperaron de la primera impresión y del asombro y se le acercaron con la intención de abrazarlo, él desapareció de su vista.
      
Todos querían correr a la ciudad para decir a los apóstoles incrédulos lo que había ocurrido, pero Santiago los detuvo. Tan sólo se le permitió a María Magdalena volver a la casa de José. Santiago prohibió que ellos difundieran el hecho de esta visita morontial, debido a ciertas cosas que Jesús le había dicho mientras conversaba con él en el jardín. Pero Santiago nunca reveló nada más de la conversación que tuvo con el Maestro resucitado este día en la casa de Lázaro en Betania.