«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

jueves, 25 de septiembre de 2014

La primera aparición ante los apóstoles.

Poco después de las nueve de esa noche, después de la partida de Cleofas y Jacobo, mientras los gemelos Alfeo consolaban a Pedro y Natanael discutía con Andrés, los diez apóstoles estaban reunidos en el aposento superior, con todas las puertas cerradas con seguro por temor de que los arrestaran, el Maestro, en forma morontial, apareció de pronto en su medio, diciendo: «Que la paz sea con vosotros. ¿Por qué tanto os aterrorizáis cuando yo aparezco, como si vierais a un espíritu? ¿Acaso no os hablé yo de estas cosas cuando estaba presente entre vosotros en la carne? ¿Acaso no os dije que los altos sacerdotes y los líderes me entregarían para que sea matado; que uno de entre vosotros mismos me traicionaría, y que al tercer día resucitaría? ¿De dónde pues vienen todas vuestras incertidumbres y toda esta discusión sobre el relato de las mujeres, de Cleofas y Jacobo, y aun de Pedro? ¿Por cuánto tiempo seguiréis dudando de mis palabras y negándoos a creer en mis promesas? Ahora bien, ya que realmente me veis, ¿creeréis? Aun ahora uno de vosotros está ausente. Cuando estéis juntos nuevamente, y después que todos vosotros sepáis con certeza que el Hijo del Hombre se ha levantado de la tumba, id a Galilea. Tened fe en Dios; teneos fe mutuamente; así pues entraréis al nuevo servicio del reino del cielo. Yo me quedaré en Jerusalén con vosotros, hasta que estéis listos para ir a Galilea. Mi paz os dejo».
      
Cuando el Jesús morontial les hubo hablado, desapareció en un instante de su vista. Todos ellos cayeron de bruces, elevando loas a Dios y venerando a su desaparecido Maestro. Fue ésta la novena aparición morontial del Maestro.