«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

jueves, 30 de agosto de 2012

El día de la consagración.

El sábado siguiente lo dedicó Jesús a sus apóstoles, regresando a las tierras altas en donde los había ordenado; y allí, después de un largo y alentador mensaje personal, bellamente conmovedor, inició el acto solemne de la consagración de los doce. Esa tarde Jesús reunió a los apóstoles a su alrededor en la colina y los entregó en la mano de su Padre celestial, en preparación para el día en que se vería obligado a dejarlos solos en el mundo. No hubo enseñanzas nuevas en esta ocasión, sino tan sólo conversación y comunión
 
Jesús resumió muchas de las enseñanzas del sermón de ordenación, pronunciado en ese mismo lugar, y luego, llamándolos ante sí uno por uno, les encomendó a salir al mundo como sus representantes. El encargo de consagración del Maestro fue: «Id a todo el mundo y predicad la buena nueva del reino. Liberad a los cautivos espirituales, confortad a los oprimidos, y ministrad a los afligidos. Libremente habéis recibido, dad pues libremente».
      
Jesús les aconsejó que no llevaran consigo ni dinero ni atuendos adicionales, diciendo: «El obrero merece su salario». Y finalmente dijo: «He aquí que os envío como corderos entre los lobos; sed pues tan sabios como serpientes y tan inocuos como palomas. Pero cuidado, porque vuestros enemigos os llevarán ante sus concilios, y en sus sinagogas os castigarán. Ante gobernadores y rectores seréis llevados porque creéis en este evangelio, y vuestro testimonio mismo será testigo de mí ante ellos. Y cuando os lleven a juicio, no os preocupéis de lo que digáis, porque el espíritu de mi Padre vive en vosotros y en tales momentos hablará por vosotros. Algunos entre vosotros seréis ajusticiados, y antes de que establezcáis el reino en la tierra, seréis odiados por muchas gentes por causa de este evangelio; pero no temáis, yo estaré con vosotros, y mi espíritu os precederá en el mundo entero. Y la presencia de mi Padre habitará en vosotros cuando os dirijáis primero a los judíos, luego a los gentiles».
      
Cuando descendieron de la montaña, regresaron a su morada en la casa de Zebedeo.