«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

viernes, 2 de agosto de 2013

La mujer de debilidad de espíritu.

Abner había dispuesto que el Maestro enseñara en la sinagoga este día sábado; era ésta la primera vez que Jesús entraba en una sinagoga desde que todas se habían cerrado a sus enseñanzas por orden del sanedrín. Al final del servicio, Jesús bajó la mirada sobre la gente que estaba ante él y contempló a una mujer anciana de expresión triste y cuerpo encorvado. Hacía mucho tiempo que el temor dominaba a esta mujer, y todo regocijo había desaparecido de su vida. Al bajar Jesús del púlpito, se le acercó y, tocando el hombro de su forma encorvada, dijo: «Mujer, si tan sólo creyeras, te liberarías completamente de tu espíritu de debilidad». Esta mujer, vencida y encorvada por las depresiones del temor durante más de dieciocho años, creyó las palabras del Maestro y por la fe se irguió inmediatamente. Cuando esta mujer se dio cuenta de que estaba erguida, levantó la voz glorificando a Dios. 

      
Aunque la aflicción de esta mujer era totalmente mental, siendo su espalda encorvada el resultado de su mente deprimida, la gente pensó que Jesús había curado un verdadero trastorno físico. Si bien la congregación de la sinagoga en Filadelfia mostraba sentimientos cordiales hacia las enseñanzas de Jesús, el rector principal de la sinagoga era un fariseo poco amistoso. Al compartir la opinión de la congregación de que Jesús acababa de curar un trastorno físico, se indignó porque Jesús tenía la presunción de hacer tal cosa el día sábado, y poniéndose de pie ante la congregación, dijo: «¿Acaso no hay seis días en los que los hombres han de hacer todo su trabajo? Venid pues durante esos días de trabajo y sed curados, pero no el día sábado».
     

Cuando así habló este rector hostil, Jesús volvió al púlpito y dijo: «Por qué jugar el papel de los hipócritas? ¿Acaso no saca cada uno de vosotros al buey de su establo y lo conduce a que tome agua el día sábado? Si ese servicio es permisible el día sábado, ¿por qué no puede esta mujer, hija de Abraham, doblegada por su mal durante estos dieciocho años, liberarse de esta esclavitud y ser conducida a compartir del agua de la libertad y de la vida, aunque sea sábado?» Mientras la mujer continuaba glorificando a Dios, su crítico se avergonzó, y la congregación se regocijó con ella de que había sido curada.
      
Como resultado de criticar así en público a Jesús este sábado, el rector principal de la sinagoga fue depuesto, y reemplazado por un seguidor de Jesús.
     
Jesús frecuentemente liberaba a estas víctimas del temor de su debilidad de espíritu, de su depresión mental y de la esclavitud del temor. Pero la gente consideraba todas estas aflicciones como verdaderas enfermedades físicas o consecuencias de la posesión de las víctimas por los espíritus malignos.
      
Jesús enseñó nuevamente en la sinagoga el domingo, y Abner bautizó muchos al mediodía de ese día en el río que fluía al sur de la ciudad. Al día siguiente, Jesús y los diez apóstoles hubieran empezado el viaje de vuelta al campamento de Pella, de no ser por la llegada de uno de los mensajeros de David, quien trajo un mensaje urgente a Jesús de sus amigos en Betania, cerca de Jerusalén.