El grupo apostólico se alegró mucho cuando
Jesús anunció: «Mañana vamos a Caná». Sabían que en Caná tendrían un
público comprensivo, porque Jesús era muy conocido allí. Estaban
trabajando bien en su obra de atraer a las gentes al reino, cuando, al
tercer día, llegó a Caná cierto ciudadano prominente de Capernaum,
llamado Tito, que creía a medias, y cuyo hijo estaba gravemente enfermo.
Oyó que Jesús estaba en Caná, y de prisa fue a verlo. Los creyentes de
Capernaum pensaban que Jesús podía curar cualquier enfermedad.
Cuando este noble ubicó a Jesús en Caná, le
suplicó que se apresurara camino a Capernaum para curar a su hijo
afligido. Mientras los apóstoles lo rodeaban anhelantes de esperanza,
Jesús, contemplando al padre del muchacho enfermo, dijo: «¿Cuánta
paciencia debo teneros? El poder de Dios está en vuestro medio, pero si
vosotros no veis signos de milagros ni contempláis maravillas os negáis a
creer». Pero el noble hombre le encareció a Jesús: «Señor mío, yo sí
creo, pero ven adonde mi hijo que se está muriendo, porque cuando le
dejé ya estaba a punto de perecer». Y después de inclinar Jesús la
cabeza por un momento en meditación silenciosa, repentinamente habló:
«Vuelve a tu hogar; tu hijo vivirá». Tito creyó las palabras de Jesús y
de prisa se encaminó de vuelta a Capernaum. Mientras caminaba sus
siervos salieron a su encuentro diciendo: «Regocíjate, pues tu hijo está
mejor —vive». Tito les preguntó a qué hora había empezado la mejoría
del muchacho, y cuando los siervos respondieron, «ayer alrededor de la
hora séptima bajó la fiebre», el padre recordó pues que alrededor de esa
hora le había dicho Jesús: «Tu hijo vivirá». De allí en adelante Tito
creyó de todo corazón, y su familia entera también creyó. Este hijo
llegó a ser un poderoso ministro del reino y más tarde inmoló su vida
con los que sufrían en Roma. Aunque todos los familiares de Tito, sus
amigos y aun los apóstoles consideraron este episodio un milagro, no lo
fue. Por lo menos no
fue un milagro de curación de una enfermedad
física. Fue simplemente un caso de preconocimiento de los procesos de la
ley natural, el tipo de conocimiento previo al cual Jesús recurrió
frecuentemente después de su bautismo.
Nuevamente tuvo Jesús que salir
apresuradamente de Caná debido a la excesiva atención atraída por el
segundo episodio de este tipo ocurrido durante su ministerio en esta
aldea. Los habitantes de la ciudad recordaban el asunto del agua y el
vino, y ahora decían que había curado a distancia al hijo del noble. Por
eso acudían a él ya no tan sólo con los enfermos y afligidos, sino que
también le enviaban mensajeros para que curara a distancia a los
dolientes. Y cuando Jesús vio que toda la región era presa de tanta
excitación dijo: «Vamos a Naín».