«Desde el primer momento de mi estancia entre vosotros os enseñé que mi único fin era revelar a mi Padre de los cielos a sus hijos en la Tierra. He vivido esta encarnación para que podáis acceder al conocimiento de ese Gran Dios. Os he revelado que Dios es vuestro Padre y vosotros sus hijos...»

miércoles, 14 de noviembre de 2012

La predicación en Rimón.

La pequeña ciudad de Rimón estuvo una vez dedicada a la adoración de un dios babilónico del aire, Ramán. Los rimonitas aún conservaban muchas creencias basadas en las antiguas enseñanzas babilónicas y las posteriores zoroastras; por consiguiente, Jesús y los veinticuatro dedicaron mucho de su tiempo a la tarea de aclarar la diferencia entre estas viejas creencias y el nuevo evangelio del reino. Aquí predicó Pedro uno de los grandes sermones del principio de su carrera sobre «Aarón y el becerro de oro».

      
Aunque muchos de los ciudadanos de Rimón se convirtieron en creyentes de las enseñanzas de Jesús, en años posteriores crearon muchos problemas para sus hermanos. Es muy difícil convertir, en el corto espacio de una sola generación, a los que adoran la naturaleza en miembros plenos de una hermandad que adora un ideal espiritual.
     
Muchas de las mejores ideas babilónicas y persas sobre la luz y la oscuridad, el bien y el mal, el tiempo y la eternidad, fueron incorporadas más tarde en las doctrinas del así llamado cristianismo, y este hecho hizo que las enseñanzas cristianas resultaran más fácilmente aceptables entre los pueblos del Cercano Oriente. Del mismo modo, la incorporación de muchas de las teorías de Platón sobre el espíritu ideal o modelos invisibles de todas las cosas visibles y materiales, adaptadas más tarde por Filón a la teología hebrea, hizo que las enseñanzas cristianas de Pablo fueran aceptadas más fácilmente entre los griegos occidentales.
      
Fue aquí en Rimón donde Todán oyó hablar por primera vez del evangelio del reino; más tarde llevaría este mensaje hasta la Mesopotamia y mucho más allá. El se contó entre los primeros predicadores que llevaron la buena nueva a los que moraban más allá del Eufrates.