A través de los meses de noviembre y
diciembre, Jesús y los veinticuatro trabajaron tranquilamente en las
ciudades griegas de la Decápolis, en especial en Escitópolis, Gerasa,
Abila y Gadara. Fue éste en realidad el final del período preliminar en
que se hicieron cargo del trabajo y la organización de Juan. La religión
de una nueva revelación, al socializarse, siempre ha de pagar el precio
de un compromiso con las formas y usos ya establecidos de la religión
precedente a la cual procura salvar. El bautismo fue el precio que
pagaron los seguidores de Jesús para llevar consigo, como grupo
religioso socializado, a los seguidores de Juan el Bautista. Los
seguidores de Juan, al unirse con los seguidores de Jesús, renunciaron a
casi todo excepto el bautismo con agua.
Jesús hizo poca enseñanza pública durante
esta misión en las ciudades de la Decápolis. Pasó mucho tiempo enseñando
a los veinticuatro y tuvo muchas reuniones especiales con los doce
apóstoles de Juan. Con el tiempo comenzaron a comprender por qué Jesús
no iba a visitar a Juan en la cárcel, y por qué no había hecho esfuerzo
alguno para liberarlo. Pero nunca pudieron comprender por qué Jesús no
realizaba obras milagrosas, por qué rehusaba a mostrar signos exteriores
de su autoridad divina. Antes de ir al campamento de Gilboa, ellos
creían en Jesús sobre todo por el testimonio de Juan, pero pronto
empezaron a creer como resultado del contacto con el Maestro y sus
enseñanzas.
Durante estos dos meses el grupo trabajó la
mayor parte del tiempo en pares, saliendo del campamento uno de los
apóstoles de Jesús con uno de los de Juan. El apóstol de Juan bautizaba,
el de Jesús enseñaba, y ambos predicaban el evangelio del reino tal
como lo entendían. Así ganaron muchas almas entre estos gentiles y
judíos apóstatas.
Abner, el jefe de los apóstoles de Juan, se
convirtió en creyente devoto de Jesús y más adelante fue nombrado
dirigente de un grupo de setenta instructores a quienes el Maestro
encomendó la predicación del evangelio.