Aunque la gente común de Jotapata escuchó a
Jesús y sus apóstoles con alegría y muchos aceptaron el evangelio del
reino, lo que distingue esta misión en Jotapata es el discurso que
pronunció Jesús a los veinticuatro durante la segunda noche de su
estadía en esta pequeña ciudad. Natanael tenía cierta confusión mental
sobre las palabras del Maestro relativas a la oración, la acción de
gracias, y la adoración, y en respuesta a su pregunta Jesús habló
largamente ampliando y explicando sus enseñanzas. Resumida en idioma
moderno, esta disertación puede ser presentada haciendo hincapié sobre
los siguientes puntos:
1.
La iniquidad albergada consciente y persistentemente en el corazón del
hombre va destruyendo poco a poco la conexión establecida por la oración
en el alma humana, con los circuitos espirituales de comunicación entre
el hombre y su Hacedor. Naturalmente, Dios oye la súplica de su hijo,
pero cuando el corazón humano alberga deliberada y constantemente los
conceptos de iniquidad, se produce gradualmente una pérdida de comunión
personal entre el hijo terrenal y su Padre celestial.
2. La oración en desacuerdo con las leyes
de Dios conocidas y establecidas, es abominable para las Deidades del
Paraíso. Si un hombre no escucha a los Dioses cuando hablan a su
creación en las leyes del espíritu, de la mente y de la materia, tal
acto de desprecio deliberado y consciente de la criatura, hace que las
personalidades del espíritu ya no presten oído a las súplicas personales
de tales mortales desobedientes y sin ley. Jesús citó a sus apóstoles
las palabras del profeta Zacarías: «Pero se negaron a escuchar,
volvieron la espalda y taparon sus oídos para no oír. Sí, endurecieron
su corazón como una pierda, para no oír mi ley y las palabras que
enviaba por mi espíritu por medio de los profetas; por los resultados de
sus malos pensamientos vinieron como gran enojo sobre sus cabezas
culpables. Y aconteció que clamaron por misericordia, pero nadie les
escuchó». Y luego Jesús citó el refrán del hombre sabio que dijo: «El
que aparta su oído para no oír la ley divina, aun su oración será
abominable».
3.
Al abrir los mortales el terminal humano del canal de comunicación entre
Dios y el hombre, la corriente constante del ministerio divino a las
criaturas de los mundos, se hace inmediatamente disponible. Cuando el
hombre escucha las palabras del espíritu de Dios dentro del corazón
humano, existe inherente a esta experiencia el hecho de que Dios escucha
simultáneamente la súplica del hombre. Aun el perdón de los pecados
también opera en esta misma forma infalible. El Padre en el cielo te ha
perdonado aun antes de que hayas pensado en pedírselo, pero dicho perdón
no es asequible en tu experiencia religiosa personal hasta tanto no
perdones tú a tus semejantes. El perdón de Dios —como hecho — no depende de que perdones a tus semejantes, pero en experiencia
depende en forma precisa de este factor. Y este hecho de la sincronía
del perdón divino y humano fue así reconocido y vinculado en la oración
que Jesús enseñó a los apóstoles.
4.
Existe una ley básica de justicia en el universo que la misericordia
encuentra impotente de eludir. No es posible que las generosas glorias
del Paraíso sean recibidas por una criatura totalmente egoísta de los
reinos del tiempo y del espacio. Ni siquiera el amor infinito de Dios
podrá imponer la salvación de la vida eterna a una criatura mortal que
no elija sobrevivir. La misericordia otorga dones con gran
liberalidad, pero, después de todo, existen mandatos de la justicia que
no pueden ser efectivamente abrogados ni siquiera por la fuerza
combinada del amor y la misericordia. Nuevamente citó Jesús las
escrituras hebreas: «Os llamé, y no quisisteis oír; extendí mi mano, y
no hubo quien atendiese. Sino desechasteis mi consejo y mi reprensión
rechazasteis, y por esta actitud rebelde es inevitable que cuando me
llaméis no recibáis respuesta. Habéis rechazado el camino de la vida; y
aunque me busquéis con diligencia en vuestro sufrimiento, no me
hallaréis».
5.
Aquellos que reciban misericordia, deberán mostrar misericordia; no
juzguéis, para que no seáis juzgados. Se os juzgará con el mismo
espíritu con el cual vosotros juzguéis al prójimo. La misericordia no
abroga por completo la justicia universal. Finalmente será verdad, «el
que cierra sus oídos al clamor del pobre, también él clamará algún día
por ayuda, y nadie le oirá». La sinceridad de cualquier oración asegura
que será escuchada; la sabiduría espiritual y la coherencia con el
universo de una súplica, determina el momento, la manera y el grado de
la respuesta. Un padre sabio no responde literalmente a las súplicas
tontas de sus hijos ignorantes e inexpertos, aunque estos hijos pueden
derivar gran placer y una real satisfacción del alma al hacer súplicas
tan absurdas.
6.
Cuando estés totalmente dedicado a hacer la voluntad del Padre en el
cielo, recibirás respuesta a todas tus súplicas, porque orarás en total y
pleno acuerdo con la voluntad del Padre, y la voluntad del Padre se
manifiesta para siempre en todo su vasto universo. Lo que desea el hijo
verdadero y lo que es voluntad del Padre infinito, SE HACE REALIDAD. Tal
oración no puede permanecer sin respuesta, y no hay otro tipo de
súplica que pueda ser contestado plenamente.
7.
La súplica de los rectos es el acto de fe del hijo de Dios que abre la
compuerta de la bodega Paterna llena de bondad, verdad y misericordia; y
estos buenos dones aguardan desde hace mucho el acercamiento y
apropiación personal del hijo. La oración no cambia la actitud divina
hacia el hombre, pero sí cambia la actitud del hombre hacia el Padre
inmutable. El motivo de la oración le presta acceso al oído divino, y no
el estado social, económico o religioso exterior del ser que ora.
8.
La oración no se puede emplear para evitar las postergaciones del tiempo
ni para trascender los obstáculos del espacio. La oración no es una
técnica para el engrandecimiento del yo ni para aprovecharse
deslealmente de los semejantes. Un alma totalmente egoísta es incapaz de
orar en el verdadero sentido de la palabra. Dijo Jesús: «Que tu supremo
regocijo sea por el carácter de Dios, y él, con toda seguridad te
otorgará los sinceros deseos de tu corazón». «Dedica tu camino al Señor;
confía en él, y él actuará». «En efecto el Señor escucha el lamento de
los menesterosos y contemplará la súplica de los desamparados».
9. «Yo he venido del Padre; si, por lo
tanto, dudas sobre qué puedes pedirle al Padre, suplica en mi nombre y
yo presentaré tu solicitud de acuerdo con tus necesidades y deseos
reales y de acuerdo con la voluntad de mi Padre». Cuidate del grave
peligro del tornarse egocéntrico en tus oraciones. Evita el mucho
suplicar para ti mismo. Ora en cambio por el progreso espiritual de tus
hermanos. Evita la oración materialista; ora en el espíritu y por la
abundancia de los dones del espíritu.
10.
Cuando oréis por los enfermos y los afligidos, no esperéis que vuestra
súplica reemplace los cuidados amantes e inteligentes que estos seres
afligidos necesitan. Orad por el bienestar de familiares, amigos y
compañeros, pero especialmente orad por los que os maldicen, y haced
súplicas amantes para los que os persiguen. «Pero no te diré cuándo
debes orar. Sólo el espíritu que habita dentro de ti te puede instar a
que pronuncies las súplicas que mejor expresen tu relación íntima con el
Padre de los espíritus».
11.
Muchos recurren a la oración sólo cuando están atribulados. Es una
práctica engañosa e irreflexiva. Sí, haces bien en orar cuando algo te
aflige, pero también debes, como un hijo, hablar con el Padre cuando tu
alma está serena. Que todas tus súplicas sinceras sean siempre en
secreto. No permitas que los hombres escuchen tus oraciones personales.
Las oraciones en expresión de la gratitud son apropiadas para los grupos
de adoradores pero la oración del alma es un asunto personal. No hay
sino una sola forma de oración que es apropiada para todos los hijos de
Dios, y ésa es, «a pesar de todo, se hará la voluntad tuya».
12.
Todos los que creen en este evangelio deben orar sinceramente por la
expansión del reino del cielo. De todas las oraciones contenidas en las
Escrituras hebreas, él comentó favorablemente sobre la siguiente súplica
del salmista: «Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un
espíritu recto dentro de mí. Purifícame de los pecados secretos y
protégeme de las transgresiones presuntuosas». Jesús habló largo y
tendido sobre la vinculación del rezo con un lenguaje ligero y ofensivo,
citando: «Oh Señor, pon guarda ante mi boca, y guarda la puerta de mis
labios». «La lengua humana», dijo Jesús, «es un algo que muy pocos
hombres pueden domar; pero el espíritu interior puede transformar este
órgano poco dócil, en una dulce voz de tolerancia y un ministro
inspirador de misericordia».
13.
Jesús enseñó que la oración por la guía divina a través del camino de la
vida en este mundo, le seguía en importancia a la súplica por el
conocimiento de la voluntad del Padre. En realidad esto significa orar
por la sabiduría divina. Jesús nunca enseñó que pudieran obtenerse
conocimientos y artes específicas humanas mediante la oración. Pero sí
enseñó que la oración contribuye a ampliar la capacidad del ser para
recibir la presencia del espíritu divino. Cuando Jesús enseñó a sus
asociados a que oraran en el espíritu y en la verdad, explicó que eso
significaba orar con sinceridad y de acuerdo con el esclarecimiento de
cada cual, orar de todo corazón y con inteligencia, con honestidad y con
constancia.
14.
Jesús advirtió a sus seguidores que las oraciones no se volverían más
eficaces mediante repeticiones elegantes, una fraseología elocuente, el
ayuno, la penitencia o los sacrificios. Exhortó a sus creyentes a que
emplearan la oración como medio para llegar a la verdadera adoración
mediante la acción de gracias. Jesús lamentaba el hecho de que se
encontrara tan poco del espíritu de gratitud en las oraciones y culto de
sus seguidores. Citó en esta ocasión de las Escrituras, diciendo:
«Bueno es dar gracias al Señor y cantar alabanzas al nombre del
Altísimo, anunciar por la mañana su compasión amante y su fidelidad cada
noche, porque Dios me ha dado la dicha con su obra. Daré pues gracias
por todas las cosas según la voluntad de Dios».
15.
Luego dijo Jesús: «No estés constantemente con ansiedad excesiva en
cuanto a tus necesidades diarias. No os atribules por los problemas de
tu existencia terrestre; en todas estas cosas, orando y suplicando con
un espíritu sincero de gratitud, despliega tus necesidades ante los ojos
de tu Padre que está en el cielo». Citó luego de las Escrituras:
«Alabaré yo el nombre de Dios con cántico y lo engrandeceré en
gratiutud. Y agradará al Señor más que sacrificio de buey o becerro con
cuernos y pezuñas».
16.
Jesús enseñó a sus seguidores a que, después de elevar sus oraciones al
Padre, permanecieran en acallada receptividad por un tiempo ofreciendo
así al espíritu residente una mejor oportunidad para hablar al alma
dispuesta a escuchar. El espíritu del Padre se comunica mejor con el
hombre cuando la mente humana está en actitud de verdadera adoración.
Adoramos a Dios con ayuda del espíritu residente del Padre y por el
esclarecimiento de la mente humana mediante el ministerio de la verdad.
La adoración, enseñó Jesús, lo hace a uno cada vez más semejante al ser
que está adorando. La adoración es una experiencia transformadora por
medio de la cual lo finito se va gradualmente acercando hasta finalmente
alcanzar la presencia de lo Infinito.
Y muchas otras verdades dijo Jesús a sus
apóstoles sobre la comunión del hombre con Dios, pero no muchos de ellos
fueron capaces de abarcar plenamente sus enseñanzas.